El año pasado los amantes del cine de ficción disfrutaron de la película “Transformers: el último caballero”, como lo hicieron antes con las cuatro cintas de esa saga nacida en Japón. El argumento refiere la lucha de los heroicos autobots contra los malvados decepticons, dos facciones de robots que pueden ocultarse y transformarse en maquinaria, vehículos o armas de guerra, con el fin de apoderarse de la Chispa Suprema que les permitirá conquistar al universo.

Esta historia de los años ochenta dio pie a la aparición de una franquicia de entretenimiento que ha forjado a una generación transformer, consumidora de sus juguetes, comics, videojuegos y también de las cinco películas con las que han ganado importantes premios internacionales gracias a su vasta colección de efectos especiales.

Lo anterior narra temas de ficción, de masificación y de mercantilismo, pero da pauta para comparar, de alguna manera, lo que está sucediendo en los meses previos a que se eche a andar la cuarta transformación que desea el presidente electo de México.

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Nadie podrá negar el desconcierto existente en torno a esta propuesta de cambio integral de López Obrador. Y la realidad es que la mayoría de los mexicanos desea ese cambio que por ahora suena a utopía.

El problema viene cuando empiezan a verse, a sentirse, y a olerse situaciones que nada tienen que ver con ninguna transformación en serio. Porque no se puede pensar en seriedad, cuando prácticamente todos los morenistas que tienen algún poder a partir de enero de este año, están mostrando características distintas a lo que señala el discurso del cambio y la dichosa transformación.

La más reciente, protagonizada por un cercano a AMLO que se casó en Puebla, demostró todo menos austeridad y alejamiento del estilo fifí tan ninguneado previamente por Andrés Manuel.

Y cómo creer en transformación alguna, si en estos largos meses de 2018, los morenistas con poder municipal y de otros tipos, se la han pasado en completa chunga y autocomplacencia.

En el caso de Xalapa, Coatzacoalcos y otros municipios veracruzanos, sus alcaldes están convertidos en verdaderos Transformers, pero en su faceta de armas en contra de quienes los llevaron al cargo, de Morena y de la pretendida transformación nacional.

Lo que nadie ve, es que esos gobernantes y funcionarios de ficción (¿o de cuarta?), sumados a la alta expectación por la anunciada transformación, provocarán que el Gobernador Cuitláhuac quede aprisionado entre la espada y la pared por dos fuerzas: la ineficiencia de las autoridades emanadas de MORENA y la insalvable presión social.

El futuro presidente de México debería exigir desde ahora congruencia y resultados a su gente. Porque el exceso de díceres y la falta de acciones, recuerda mucho las promesas de cantina.

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