La región más transparente es una reconocida novela surgida de la pluma de Carlos Fuentes. Su título está inspirado en el libro Visión de Anáhuac, un célebre ensayo escrito en el exilio por Alfonso Reyes y publicado en 1917. 

Esta breve cápsula literaria sirve para referir hechos mundanos y llenos de evidencia que ocurren en tierras jarochas, donde las visiones y las transparencias se han incrementado en los años previos y también en estos tiempos de la cuarta transformación. 

La semana anterior se dio la noticia de que no obstante la clara transparencia que se observa en la oficina principal del palacio municipal desde enero de 2018, alguien todavía pretende que Xalapa cuente con otra certificación más en dicha materia. 

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Desde luego, esa engañosa intención todavía no puede referirse a la deseada transparencia que debe observarse en los procesos administrativos municipales, dado que para que existan, primero deben operarse y concretarse. 

Los pequeños escarceos, las ocurrencias, las ideas y las planeaciones, no corresponden y no son parte de la realidad y de los hechos concretos y tangibles, más bien son producto de la teorización, y en Xalapa, estos han llegado solo a perfeccionar los que algunos han denominado “El principio de Peter”, que se refiere al nivel de incompetencia alcanzado por un administrador, líder o autoridad, en cualquier campo.

La transparencia y la correcta aplicación de los recursos municipales -que es lo relevante- suele revisarla y verificarla el ORFIS en el momento en que la ley dispone. Desde luego, gasto existe -y bien gastado- en el capítulo de recursos humanos. Ya llegará la hora de conocer la verdadera aplicación de los recursos municipales de Xalapa y las obras y su calidad, si es que las hubo.

Pero la intención de un certificado de transparencia, implica en sí, todo un exceso en la autocomplacencia. Para qué hacerlo, si en Xalapa se ha transparentado todo y con todas las vestimentas posibles. Y muy pocos pueden negar que el alcalde Hipólito Rodríguez Herrero ya obtuvo una unánime certificación de incompetencia que no pueden ocultar las medallas académicas que seguramente tiene y le reconocieron sus alumnos en las aulas. 

Pero estamos hablando de eficacia en la manera de gobernar un municipio. Y en este tema la gente coincide en que el señor edil no está en su medio y no produce los resultados que exigen la ley y la sociedad. 

La bandera de la honestidad aquí no aplica, puesto que en la silla municipal lo que cuenta es la honradez y más la eficiencia y la sensibilidad para gobernar, estos últimos, aspectos negados para él. No puede ser honesta una persona que lleva casi 18 meses simulando, campechaneando con sus cuates, sin preocupación por aquellos que dice gobernar, y sin entregar resultados y obras de gobierno acordes con los cuantiosos recursos municipales del ayuntamiento.

Lo que sí debe reconocerse es que Hipólito es parte de una agobiante pléyade de orgullosos académicos mexicanos que brillan en los terrenos de la eficacia, más por ausencia que por presencia de esa cualidad, y que dejan mal parado al esforzado gremio encargado de la docencia superior y, en ocasiones, de la investigación seria.  

En la capital veracruzana dos académicos hace muchos meses que se tiraron en la complaciente hamaca: Sara Ladrón de Guevara en la UV e Hipólito Rodríguez en el ayuntamiento más importante de Veracruz. Más arriba, el gobernador Cuitláhuac le hace competencia a la jefa de gobierno de la Ciudad de México para ver quien obtiene del comandante supremo más estrellitas en la frente, y en un descuido, hasta la próxima silla presidencial.

Mientras tanto, ya se verá si el esperado certificado de transparencia que urge Hipólito, incluye algún tipo de mágica eficacia.  

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