El desarrollo social en Veracruz fue activado por Miguel Alemán a principios de este siglo con el programa de piso firme en algunos municipios serranos. Fidel Herrera lo convirtió en acción generalizada y consiguió demostrar resultados aceptables y comprobados vía censos del INEGI. Su error fue incluir a políticos que utilizaron los recursos públicos para crear sus propios pisos de desarrollo y hasta equipos de futbol. 

Javier Duarte desapareció recursos completos del erario y Miguel Ángel Yunes Linares convirtió el desarrollo social estatal en un programa asistencial y electoral al que denominó Veracruz cuenta contigo, que no dio más que pérdidas y que solo produjo a Indira Rosales, una manipulada y mediocre senadora de la república.

De todo este periodo casi todo se perdió, únicamente quedaron disposiciones jurídicas en materia de desarrollo urbano y la ley de desarrollo social vigente, formulada a partir de una revisión de las leyes nacionales y estatales en la materia, documento que fue elaborado por un viejo psicólogo que se volvió especialista en desarrollo social y que había trabajado en la secretaría del ramo por muchos años. 

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Finalmente, ya en el sexenio cuitlahuista, a la dependencia estatal del desarrollo social ha llegado Guillermo Fernández Sánchez, un activista político de café y colonia de olor popular, que conoce bastante bien Rafael Hernández Villalpando, uno de los 20 aspirantes morenistas a gobernador sucesor o sustituto. 

El actual secretario de desarrollo social no ha podido echar a andar la maquina que conduce. Le falta preparación, experiencia y visión social. Ha entregado magros resultados y muchos rollos, además de subejercicios criminales que no se convierten en acciones tangibles para la población pobre.

Para justificar el cargo, hace ridículas entregas de resultados, que al estilo AMLO, ya le aplaudió su jefe: 100 casitas por acá, 200 cuartitos por allá y 300 cuentos más, acullá.  Se sabe que al interior de la dependencia, varios jefes lo miran con ternura y desánimo. La última aventura que tripula Guillermo es el maravilloso cuento ese del Tren Xalapeño, que trae hasta convocatoria que da a conocer en la rigurosa seriedad del Facebook. 

La idea de un tren como acción contemplada en una política de desarrollo regional, no es mala para impulsar el desarrollo social. Si se lee la ley correspondiente, encaja en ese tipo de política y plantea inversión, crecimiento y empleo.

Lamentablemente para Guillermo Fernández y otros embaucadores pseudomorenistas o de la cuadra real, para cristalizar un proyecto de esa envergadura, no bastan las buenas intenciones y los rollos mareadores y distractores. Exige condiciones que por el momento no están disponibles, una de ellas el aspecto legal, ya que hasta donde se conoce, los ferrocarriles y las vías incluidas, están concesionadas por muchos años a empresas con capital extranjero, que solo participarían económicamente después de analizar y meditar estudios serios sobre costos y beneficios, y esos inversionistas no se van nunca por el beneficio social, si lo hubiera.

De tal suerte, que el tren xalapeño que quiere conducir este señor, tiene que ver solamente con elecciones futuras, para lo cual su jefe, el gobernador, ya le autorizó entre 900 y 1300 nuevos colaboradores que irán como hormiguitas y al estilo Yunes Linares e Indira, a hacer campaña política, que no desarrollo social a los pauperizados pueblos veracruzanos.

Un trenecito de 900 empleados más para la campaña, es lo único que este remedo de secretario va a tripular. Mientras tanto, que continúen los subejercicios (los presupuestales y los mentales), que siga subiendo el costo de la canasta básica aguardando los empleos que consigue en redes sociales su homólogo de desarrollo económico.

Triste panorama para Veracruz y sus habitantes más desprotegidos por las indiferentes y omisas autoridades del estado.

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