Este mes de noviembre, último del sexenio más oscuro en la historia de los gobernadores de Veracruz, la sociedad sigue pasmada ante los sorprendentes acontecimientos que día con día se suscitan en torno a la administración pública estatal.
Hemos conocido el sexto informe, que ante la ausencia del mandatario elegido por el pueblo, debió presentar un gobernador sustituto al Congreso del Estado. Flavino Ríos Alvarado, quien por lo que se ve, además de aprender a gobernar por celular, incluyó la información que creyó conveniente compartirle a los veracruzanos. Tendrá que ser la historia misma, la que nos desvele las cifras negras que hasta ahora ignoramos.
En automático, el jefe de la oficina de gobierno, de forma comedida y sin rubor alguno, dio entrevista a los medios para decir que se cumplió el 80 por ciento de las metas. Esa noche vía skype, desde Italia, la familia Corleone le mandó este mensaje: “¡Ah, Fabrizio, ti manda baci, Vito!”.
A continuación, iniciaron las comparecencias. De ellas, poco bueno que decir. De los diputados de la 64, los callados han sido los mejores. Otros, han hecho preguntas mal leídas de tarjetas enviadas desde las oficinas bien paradas con el gobernador electo. A su único modo, los dipujuniors buscan mostrar la casta. Los amorosos, han llegado a felicitar a algunos comparecientes.
El circo ha echado los cuetes. Las varas seguirán cayendo. Como las obras fantasma de Tomás; como las cuentas y cuentos de Chesty; como los pobres del octavo lugar de Ferrari, que los midió como los que puntuaron en el Gran Premio de México. Rollos, falacias, resultados, cero.
En esta ocasión, los eventos de comparecencia, se han vestido con declaraciones y acusaciones entre funcionarios y ex funcionarios del duartismo. Ahí tienen a Contraloría, y ¡Salud! Si se habla de corrupción, culpas o ineficiencias, lo que la sociedad ha visto con mayúsculas en el congreso, es a los reyes del trapecio. ¡Tú la traes! ¡Nooooo, la traes tú! ¡Ay, no, tuuú! La gente que asiste a ese teatro y soporta sus caldos, seguramente piensa: tú, tu tu tú, tu.
Afuera, las calles de la ciudad muestran la miseria de un régimen donde Duarte superó a Santa Ana. Claro, agarran más veinte uñas que quince. Jubilados y pensionados reclaman dignidad. Maestros, proveedores, músicos y todas las profesiones y oficios, marchan por dineros bien ganados que algunos se encargaron de perder. Contratistas, que no saben si terminaron las obras, aunque sí cuanto les deben. Quien quiera hacer valer sus derechos de cobro, tendrá que pagar piso, marchando por las calles, a contra corriente de los ciudadanos que tratan de hacer su vida normal.
Son los tiempos forzados de Clementina Guerrero, la secretaria de finanzas que le tuvo que entrar al quite porque el que estaba se cansó de mentir. Su jefe la llama al celular para que atienda a un grupo de reclamadores que aguardan desde hace muchos meses. Después de horas de espera, agitada y nerviosa porque sólo tiene alforjas vacías, llega a la reunión como borrego al matadero y le sueltan la desdichada pregunta:
—Tula… ¿Traes?—