La naturaleza humana es predecible y reiterativa. A veces con demasiada jactancia solemos presentarnos como buenos tiradores, asegurando que casi siempre acertamos los tiros. Pero si así fuera no habría tantos errores y problemas en derredor. Y tampoco habría tantos psicólogos o psiquiatras tratando de resolver o curar asuntos, problemas de comportamiento y trastornos mentales ajenos.

A nivel individual, el tema de los déficits y fallas queda en la esfera privada, y por lo regular sólo en el conocimiento del interesado, de su familia o de sus cercanos en el ámbito donde se mostró o descubrió la debilidad.

No ocurre así en otros ámbitos más sociales, como serían la actividad laboral, las artes, la labor periodística, la política o el gobierno.

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Y el asunto viene a colación porque estamos en una época de demasiados tiros y muy pocos aciertos. Hay gente que se embota, que parece enloquecer, que se pone a dar tiros a diestra y siniestra, y como el mareado alrededor de una piñata, a dar golpes donde no debe. Es común el caso del que no sabe disparar una pistola y dando tiros por doquier, se da un tiro en sí mismo y hasta un balazo en el pie. 

Si nos enfocamos en Veracruz, el primer balazo en el pie se lo dieron los priistas. Robaron, robaron y robaron, hasta que acabaron con la hacienda y hasta con el empedrado del camino. Acabaron con todo lo que habían construido.

Después vinieron los panistas y creyeron que todo era hacer promesas y tomaduras de pelo. Los que votaron por Yunes Linares, pronto entendieron que el hombre sólo luchaba por sus intereses familiares. Al final, Miguel enterró a su propio hijo y quedó con las manos cubiertas de estiércol interminable.

Después llegó la esperanza morenista y su abanderado Cuitláhuac. Los veracruzanos votaron por la esperanza e ignoraron la realidad de su marca, de su sello académico y teórico; así fue como García Jiménez consiguió la gubernatura, gracias a esa esperanza y al respaldo de AMLO. Ahora, le exigen resultados, y como tardan en llegar, esos impacientes piensan que no fue tan buena la decisión electoral que tomaron. Y es cuando todos se miran los pies, tratando de escudriñar si los tienen indemnes; si no se los hirieron ellos mismos y no sienten las balas bajo la piel.

Hace un poco más de 50 días, Cuitláhuac intenta ser el mandatario estatal, y como le cuesta tomar decisiones, se apoya en gente sin la mejor valía, y que, ojo con ello, los veracruzanos no eligieron. 

Probablemente Cuitláhuac se pregunte ya si con algunos de estos que nombró, él mismo se dio un balazo en el pie.

Ha surgido un rumor estúpido en el sentido de que Andrés Manuel vendrá a corregir las cosas de Veracruz: que quitará al gobernador. Sería tanto como venir a aceptar que el primer mandatario se dio un balazo en el pie. Recordemos nada más, que el presidente nunca se equivoca.

Esa murmuración o balbuceo es una verdadera tontería. Nadie en su sano juicio, aceptaría que se le escapó una bala y que se hirió una pata. Y por otro lado, no hace falta quitar a un gobernador, sólo basta con colocarle un buen operador que lleve las riendas y tenga un buen paraguas.  

Quizá lo que López Obrador y Cuitláhuac deban considerar es que, en el caso de la relación con los medios de comunicación, un exceso de balazos puede producir cojeras definitivas. Y que las redes sociales funcionan para bien y para mal. Por muy benditas que parezcan hoy, en un momento dado pueden transformarse en redes malditas.

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