Con todo y las bajas calificaciones que la sociedad y diversas instituciones del país están dando a Veracruz, todavía existen algunas personas que perciben las circunstancias estatales de manera optimista. Para esas afortunadas mentes no existe problema en conocer los graves indicadores que en los últimos años presenta esta entidad federativa.

Elevación de la pobreza extrema, caída de la producción y pérdida de empresas, disminución en cantidad y calidad de lo que se puede adquirir con el salario mínimo, incremento del empleo informal y del desempleo, emigración creciente y aumento de inseguridad, secuestros, desaparición y asesinato de jóvenes y mujeres, entre otros.

Esos y otros males de nuestros tiempos que, en efecto, no pueden acreditarse sólo a un gobierno deficiente o a los malos funcionarios públicos, y que ocurren también en otras latitudes.

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Ese lamentable estado de cosas en el país, hace que la mayor parte de los gobernantes, distintos a aquella pudiente y suertuda generación de políticos apadrinados por Peña Nieto, reconozcan que la situación imperante en nuestro México es sumamente complicada, y que constituye un portentoso reto a la hora de dirigir o gobernar a la población.

Pero eso es lo que el análisis objetivo indica a la población de este sufrido estado de Veracruz. Otra cosa es lo que evidencia el aún gobernador Miguel Ángel Yunes Linares.

En un exceso de triunfalismo, por no decirlo de otra manera, el mandatario veracruzano dio ayer una conferencia de prensa en la que mencionó los avances y resultados de su gestión de dos años. En ella admitió que deja temas pendientes, pero consideró que todos los gobiernos lo hacen, declarando finalmente sentirse satisfecho por lo hecho en beneficio de la sociedad.

“Estoy bien contento—afirmó a los reporteros—. hay un contraste, hace dos años el gobernador era prófugo de la justicia…”

Y no podía ser de otra forma. Un político como él, que a una reunión de trabajo llega portando un reloj de seis millones de pesos, y que pudo convertir a uno de sus hijos en candidato a la gubernatura y al otro en poderoso alcalde del municipio de Veracruz, no podría haberlo dicho tan bien como lo hizo Yunes Linares.

Y para que no quede ninguna duda sobre su aportación al estado, remató: “dejaré un Veracruz en paz, con estabilidad, desarrollo, obras en todas partes, y sin ninguna denuncia por corrupción…”.

Con tantos logros y con semejante horizonte ante los ojos, cualquiera estaría igual de contento.

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