José Antonio Flores Vargas

Es muy probable que al repasar el título de este editorial, el lector sienta desasosiego, incordio o que incluso piense en una molesta tomadura de pelo. Esa frustrante sensación, fue la que percibimos al ver una caricatura del periódico nacional El Economista, el martes de esta semana, en la que se observa dibujada una redonda moneda fabricada con metales comunes y corrientes, que de entrada, ante la incipiente deficiencia visual de los 43 años, era difícil de observar en todo su detalle.

Al acomodarnos los anteojos, lo primero que percibimos en la caricatura, es que se trataba de una moneda conmemorativa de tres pesos, en cuyo centro tenía una imagen reducida del Presidente de la República, con unas palabras sobre el perdón que ofreció a los mexicanos un día antes, con motivo del bochornoso tema de la Casa Blanca, durante el acto de promulgación de las leyes del Sistema Nacional Anticorrupción.

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Esa pequeña caricatura con sus trazos elementales, extraviada en medio de las innumerables noticias del día, constituyeron todo un editorial gráfico de ese periódico, sobre lo acontecido en Palacio Nacional el lunes pasado.

La interpretación a que conduce, tiene que ver con una sola realidad. El país vive una época de desconfianza brutal en las instituciones y en sus representantes, alimentada por la pérdida de valores morales, la injusticia, la corrupción, la impunidad y el cinismo que, salvo honrosas excepciones, muestran las principales autoridades en los tres órdenes de gobierno.

En Veracruz, donde la población ha estado esperando un acto de firmeza y congruencia, entre el decir y el hacer, del Presidente de la República, el problema de la corrupción, la impunidad y la desconfianza, parece tener dimensiones estratosféricas. Desde hace varios años, como si fuera una gota lodosa, continua y persistente que cae sobre la dura roca, la corrupción entrelazada con la impunidad, han ido destruyendo la confianza de la gente en las instituciones, en los gobernantes y en la propia sociedad.

Como si se tratara de botar por un precipicio la poca credibilidad que pudiera quedar, todos los días se conocen hechos que lesionan a los veracruzanos, a la economía estatal y a los cada vez más precarios recursos del erario.

Ayer mismo en el Congreso del Estado, se llevó a cabo la mayor escenificación de circo y de actuación de comparsas cómplices, en toda la historia veracruzana. 29 diputados cambiaron su dignidad por prebendas, permitiendo el atraco a los recursos del fideicomiso del tres por ciento a la nómina, que en lugar de utilizarse para financiar obra pública y acciones productivas, serán destinados a pago de adeudos añejos, de origen dudoso o ilegítimo.

Veracruz, un estado otrora generoso y próspero, se convirtió en el laboratorio del ensayo y el error permanentes, donde todo es posible que ocurra, a causa de un grupo de deshonestos y de la falta de interés de la máxima autoridad de gobierno nacional. Signos ominosos se observan en el horizonte. La peste y la desesperanza campean en el territorio y no se divisa ningún tipo de ayuda o señal divina.

Con toda razón, la confianza de la sociedad en su gobierno y sus instituciones, se parece a una moneda de tres pesos.

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