El del fiscal anticorrupción del estado de Veracruz, es un asunto pospuesto por meses una y otra vez por diferentes motivos, todos políticos: Que quién debe nombrar al fiscal, que quiénes son los que debieran proponer candidatos, y que cuáles casos sí, o cuáles no, debiera enderezar el afortunado seleccionado para esta encomienda superior.

En realidad, todo eso es menor, si se piensa en que aquel al que pudieran haber nombrado, puede no reunir las condiciones apropiadas para el cargo. Y cuáles son ellas. Acaso las condiciones políticas del entorno inmediato, o acaso el conocimiento de los poderosos grupos del estado, o acaso la capacidad del elegido para someter su cerviz a la soberana voluntad del gobernador o de los poderes en turno.

O es que debiera ser un personaje con todas las medallas académicas o fina trayectoria en la alta burocracia veracruzana o central. O un dilecto y disciplinado egresado de la meritocracia partidaria. O por qué no, un súpercerebro proveniente de las grandes universidades del mundo.

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Acaso, si el Fiscal lo encamina Yunes Linares, o Cuitláhuac García, o el mismo tlatoani tabasqueño que se propone cambiar todo, esa decisión, sería garantía de una gestión pura y dura en favor de la buena administración, la honestidad y la transparencia, para lograr enterrar el sucio estigma de la impunidad y opacidad en el gobierno.

Desde luego que no, sea quien sea el que tome esa suprema decisión. Nadie lo cree. Ni lo espera nadie, a como están las cosas en estos tiempos.

Acaso, alguien puede dejarse cortar una mano, o meterla al fuego, para asegurar que tal o cual prospecto o candidato a ese puesto -venga de donde venga- es poseedor de incuestionable capacidad, profesionalismo, ética y honorabilidad.

Quizá atendiendo a los peculiares modos que enseña MORENA y que supervisa López Obrador de manera indiscutible, en Veracruz haga falta un Fiscal surgido de un mecanismo nuevo, un artilugio como la llamada tómbola morenista, a la que nadie discute. Porqué razón se afirma esto. Tal vez por necesidad de Estado. Porque en Veracruz todos son políticos, todos son líderes, y todos quieren opinar porque todos tienen la razón.

Luego entonces, hace falta algo que venga desde muy arriba, quizá desde los celestiales caminos de la suerte o del destino.

Vamos a plantear el siguiente escenario o propuesta: Veracruz tiene cerca de ocho millones de habitantes y seguramente en su territorio hay cuando menos 40 prospectos a Fiscal Anticorrupción, con más o menos cualidades para serlo. Todos ellos se inscriben a un primer examen de selección de candidatos. Después de entrevistas, revisión de documentos probatorios de capacidad técnica y trayectoria profesional, se determina a los diez mejores, quienes pasarían a una exhaustiva etapa de revisión de antecedentes, honorabilidad y ética. Los que pasen esa segunda prueba del ácido, estarían en condiciones de ser candidatos finalistas, pero no para formar una terna, sino para integrar un cuarteto, que se sujetaría al mecanismo final vía una tómbola. Este sería un proceso inapelable para seis años de gobierno.

Pero aparejado a este esquema, se propondría también que el Fiscal resultante, de carácter independiente y autónomo, fuera sometido a la idea morenista del referéndum, pero cada 18 meses. En ese tiempo, la ciudadanía puede evaluar si el Fiscal no enseña el cobre, mostrando opacidades, desmemorias o trastupijes. Si el señor o señora resultó a prueba de bombas y cañonazos, continuaría, y si no, entraría el siguiente de los cuatro candidatos finalistas del proceso original.

Pero esta mecánica, funcionaría con una verdadera tómbola de la suerte, no se trata de utilizar una tómbola resguardada bajo la cúpula morenista, o una que descanse al lado de la almohada presidencial.

Con este procedimiento, el agraciado no pensaría en lealtades, fidelidades o complots, sino que, por el contrario, el beneficiado pensaría que el nombramiento sólo se lo debe a la prodigiosa tómbola.

Ya en el cumplimiento del deber, por ejemplo, el fiscal imaginaría sacarse a Duarte en la tómbola, o a Miguel, o a alguno de aquellos a los que la ley o el rumor señalen como omiso o corrupto. Sería libre para operar y proceder en consecuencia.

No es una idea descabellada. Recordemos una de estas mañanas de julio, cuando Veracruz despertó con la noticia de que tendría en la figura de una destacada paisana de Nanchital, a la senadora más joven del país, y que ese prodigioso hecho fue regalo de la amorosa tómbola morenista.

Hasta ahora, nadie cuestiona los méritos y capacidades de la futura senadora de la república. Tampoco, a la persona o personas que la propusieron y metieron en la tómbola. Mucho menos critican a quien la encumbró. Y así se aseguró que nadie diga nada en contra, sea por ocurrencia, atrevimiento o desafío.

El free style de Morena es bien aceptado por todos. La buena estrella de la novel senadora mostró que, como una actitud de conformidad social, la gente sólo evoca aquella famosa canción sesentera que decía que “la vida es una tómbola”.

Entonces, para qué seguir complicando el manoseado caso del Fiscal Anticorrupción.

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