Conforme transcurrieron sus gestiones al frente de la rectoría de la Universidad Veracruzana, la doctora Sara Ladrón de Guevara fue perdiendo el escaso crédito que tenía cuando tomó posesión del cargo en la máxima casa de estudios del estado. En su segundo rectorado las cosas no pueden ser peor.

La adquisición de una propiedad inmobiliaria de alta plusvalía y con superficie mayor a los tres mil quinientos metros cuadrados en una zona cercana al centro histórico de la capital del estado, ha escandalizado al medio intelectual, a estudiantes, investigadores, académicos y a la sociedad xalapeña en general.

Mediante un pago de doce millones de pesos, la propiedad adquirida a partes iguales por la Rectora y su esposo Guillermo Heitler Aroeste, se convirtió en inesperado tema de escándalo que esta semana ha opacado la agenda política y social de Veracruz.

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Lo primero que sale a relucir, es la filtración de documentos notariales a los que no cualquiera tiene acceso, y que no facilitaron ni los vendedores ni los compradores del inmueble. Lo segundo es que esa filtración parece provenir de los mismos que desde hace dos años han mantenido un interesante circo distractor en beneficio de uno de los contendientes punteros a la gubernatura.

Otro aspecto a considerar es el hecho de que Sara Ladrón de Guevara saliera a declarar que quienes la perjudicaron con esta infidencia o traicionera noticia, lo hicieron con actitudes misóginas, ya que no consienten el avance y el progreso de las mujeres en la vida pública. También justificó la compra, dando a conocer que su esposo recibe altos ingresos por tener una empresa que realiza estudios demoscópicos.

La misoginia que argumenta la angustiada Sara, resulta ser un recurso infantil, si se considera la posición de alto nivel que ocupa en el organigrama estatal. Vergüenza debiera sentir la señora, al alzar ese estandarte o hablar de género, cuando en todas las ocasiones en que asesinaron o agredieron a mujeres en Veracruz, mantuvo la boca cerrada, a pesar de ser la máxima autoridad universitaria.

Ni siquiera en los asesinatos de mujeres o casos delictivos contra féminas en la ciudad de Xalapa—entre ellos los numerosos crímenes en el tenebroso parque de Las Garzas—ella fue capaz de ofrecer o proponer algún estudio o respaldo institucional enfocado a ese género, o para la renovación del tejido social, o bien algún proyecto de apoyo psicológico o sociológico en beneficio de las violentadas sobrevivientes o familias de fallecidas.

Pero esta amplia adquisición inmobiliaria, que colinda con una zona donde se están construyendo grandes edificios comerciales en la avenida Murillo Vidal, no es la única que le traerá problemas a la ahorrativa rectora Sara.

En la ciudad de Puebla corren fuertes rumores en el sentido de que en el centro histórico y en los fraccionamientos de moda, su esposo ha estado comprando un buen número de propiedades inmobiliarias. En reuniones de empresarios de aquella capital, trasciende que el señor Guillermo Heitler es la persona que mueve el presupuesto y aprueba las empresas que construyen las obras de la Universidad Veracruzana.

Es posible que las épocas de bonanza y las acertadas adquisiciones de esta prestigiada pareja de inversionistas hayan incordiado al gobernador Yunes Linares. Por otro lado, y considerando los añejos compromisos políticos del jefe de familia, resultaría complicado que los bien coordinados esposos Heitler-Ladrón de Guevara, pudieran ocultar sus nexos con morenistas cercanos a López Obrador, como es el caso de Manuel Bartlet, y tampoco su entrañable sociedad con el grupo político de Rafael Moreno Valle.

Sin duda alguna estamos hablando de traiciones contra Veracruz y contra el proyecto sucesorio del Palacio de Gobierno. Los que más los critican y sufren en los distintos campus: los universitarios veracruzanos. Los que jamás les perdonarán: sus anteriores apoyadores, los Yunes azules.

No había posibilidad de error. Sara no ha sido más que un descubierto ladrón de prestigio en la Universidad Veracruzana. Como tantas veces se había señalado en Palabras Claras.

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