Estamos a un mes de conocer si de algo sirvió el pomposo y raudo plan veracruzano de desarrollo que “la universidad” de Sara Ladrón de Guevara le elaboró al gobernador Yunes Linares. A partir del 15 de noviembre próximo, si el Informe de Gobierno lo permite, veremos si alguno de los despistados secretarios de despacho, tomó en cuenta los diagnósticos y las líneas programáticas que ahí se hicieron.

Porque en ese plan, poco o nada es lo que pudieron aportar el medio académico y los verdaderos investigadores que quedan en la Universidad Veracruzana. No han sido pocos los estudiosos de esa institución que observaron extrañados el abundante contenido del fabuloso texto rector de la planeación de este gobierno bianual.

Un documento extenso en la palabrería y engañoso en la sustancia. Por sus amañadas maneras de elaboración, recuerda al documento fast track de titulación que la obsecuente Sara le proporcionara en diciembre pasado al oscuro secretario de gobierno Rogelio Franco.

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Por lo que se ha visto, lo que realmente persiste en el ánimo de la rectora es la conducta de omisión. Omisa cuando se ha tratado algo diferente al circo de las marchas, que bien le salen, por cierto. Omisa y silenciosa, cuando debió hablar enérgicamente en defensa de estudiantes afectados por la delincuencia y la inseguridad en los diversos campus.

Pero dónde se ha llevado las medallas de la indiferencia, es en el lamentable caso de las obras de Diego Rivera pertenecientes al Estado, que han sido puestas en duda con los reiterados comentarios de intelectuales nacionales, en el sentido de que en Veracruz sólo quedaron sendas copias y no las pinturas auténticas que alguna vez estuvieron en la Pinacoteca de los bajos del Parque Juárez, y que fueron donadas al gobierno estatal por el ilustre pintor.

Debido a la inquietud social sobre la autenticidad de los cuadros, el tema fue objeto de una nota periodística en Palabras Claras el día 11 de este mes, con el título “¿Clonaron obras de Diego Rivera en Veracruz?”.

Desde luego, es razonable que Sara no haya dicho nada y se haya puesto un conveniente traje de avestruz. Acaba de nombrar como director de ¡Difusión Cultural! a Rodolfo Mendoza Rosendo, el funcionario que Javier Duarte y su esposa Karime Macías impusieron en el Instituto Veracruzano de la Cultura, y al que sus enemigos acusaban de despachar en una concurrida cantina del centro histórico de Xalapa.

Este personaje fue también señalado, junto a otros malos funcionarios, por llevarse las pinturas fuera del estado. También ha sido acusado hasta el cansancio por haber perjudicado los bienes, la salud e intereses económicos del laureado escritor Sergio Pitol, abusando, según los familiares, de que el novelista lleva años sufriendo diversas enfermedades degenerativas.

Lis de Veracruz: Arte, Ciencia, Luz, es una frase que algunos ciegos consideran antigua y que se desdeña constantemente en la loma de la rectoría. Sara Ladrón de Guevara no termina de deshonrar el lema fundacional de la Universidad Veracruzana, que presume encabezar.

Porque aún con la prestigiosa Unidad de Artes, que otros rectores llevaron a las alturas nacionales, en su gestión no se puede hablar de Arte, si ella hace muy poco por él, y ni siquiera una palabra ha dicho para aclarar y tranquilizar a los veracruzanos preocupados por la posible falsedad de los cuadros existentes en las salas de exposición o en las bodegas, Ya no sabemos si las obras son de Diego Rivera o de un magistral falsificador que reside en un pueblo cercano a Cuernavaca.

Si hablamos de la Ciencia, poco puede decirse de una universidad sin investigación seria, donde a la rectora le cuesta mucho entender el beneficio de esa actividad sustantiva porque resulta “demasiado caro” su financiamiento.

Sobre la Luz –en plena oscuridad institucional—, quizá ese innovador concepto sólo evoque en ella el radiante brillo del metálico.

Triste etapa de la Universidad Veracruzana, dirigida por una rectora tan pequeña.

 

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