A como están sucediendo las cosas en Veracruz, no se considera prematuro hablar de los prospectos a la siguiente gubernatura. Si observamos en la multicolor oposición política, puede afirmarse que no existe hasta ahora nadie que asuma un liderazgo relevante y con futuro. Respecto al ambicioso proyecto de Miguel Ángel Yunes Linares, tampoco es descabellado imaginar que al soñador del estero de Boca del Río le puede estar esperando un destino nada promisorio.

La sucesión veracruzana, como la sucesión nacional, parece que estará dominada por el partido MORENA, con candidatos designados por el presidente López Obrador. No hay de otra, hasta este momento.

Y en el panorama estatal no se observa a políticos morenistas que pudieran crecer y opacar a los dos gallos y a la gallina de pelea que está preparando AMLO.

La más mencionada y apapachada desde hace un año es Rocío Nahle García, actual secretaria de energía y quien no quiere perder el tino ni olvidar el tono triunfalista. El riesgo mayor para ella es que en sus no doctas manos se encuentra uno de los proyectos esenciales del gobierno de Andrés Manuel: la construcción de la refinería de Dos Bocas, que se ha iniciado en esa localidad de Tabasco.

El problema de Nahle García es que—como auguran muchos técnicos y financieros—su refinería no se convierta en un caos y en pesado lastre que la lleve al fondo del Golfo de México.

El segundo de los prospectos no es otro que Manuel Huerta Ladrón de Guevara, activista de renombre en el estado, morenista de sangre andresina, exdiputado y poderoso súper delegado federal del bienestar. El hombre se desvive para entregar a los millones de beneficiarios jarochos los electoreros programas sociales de la cuarta transformación y, como Santa Teresa, la célebre Madre de Calcuta, generosamente dispuesto a dar y dar hasta que duela (y aniquile a sus contendientes). Su problema adicional sería que le creciera alguno de los enanos con capucha que pudieran acercarse al presidente por la siniestra.

El tercer prospecto es el popular Ricardo Ahued Bardahuil, exalcalde y exsenador, a quien su hablar suelto y atrevido le convirtió inopinadamente en el vulnerable vigilante de las puertas nacionales de la dirección general de aduanas.

A Ricardo Ahued podrían aparecérsele los demonios que suelen pasearse por esas garitas con la ley de la plata y el plomo, en cuyo caso le pasaría lo del cohetero de los pueblos. 

Pero el tema de la sucesión en Veracruz no solo está entre la boca del presidente y la de cualquiera de los tres prospectos mencionados, sino también dependerá de la próxima reforma a la Constitución Política del Estado, para posibilitar que cualquier persona que no sea veracruzana o hijo de veracruzanos pueda llegar al cargo de gobernador. Debe recordarse que la señora Nahle es zacatecana, que Manuel nació en la Ciudad de México y que Ahued es nativo de Hidalgo, aunque los tres están radicados en tierras jarochas desde hace muchos años. 

Una vez aprobada dicha reforma constitucional, entonces estarían dadas las condiciones para que ellos o ella, sin importar su lugar de nacimiento, pudieran llegar al palacio situado enfrente de la catedral xalapeña. Sea en 2024, o antes.

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