La noche del sábado, finalmente se alcanzó algo importante y deseado en Veracruz. Javier Duarte de Ochoa fue vinculado a proceso por delincuencia organizada y lavado de dinero. Durante la larga audiencia de ese día, salieron a relucir nombres, detalles que injurian y cifras cercanas a los montos que robaron el exgobernador y sus cómplices.

Las especulaciones y sueños de impunidad terminaron. Y como lo había solicitado él mismo, Miguel Ángel Yunes Linares irá a declarar cuando el juez lo determine. Lo que Veracruz deseaba, ese día por la noche se cumplió a plenitud. Pasarán muchos meses para conocer los años de cárcel que esperan al reo y sus secuaces.

Ahora los veracruzanos siguen a la espera de lo importante; aquello que la gente anhela de un gobernante. Garantías para trabajar en paz, armonía y tranquilidad social, seguridad pública y resultados tangibles de gobierno.

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Duarte está en reclusión y permanecerá hasta que cumpla su sentencia. Es un asunto que tendrá que resolver el sistema nacional de impartición de justicia. Pero en Veracruz, aún quedan tres cuartas partes de la gestión de Yunes Linares, en las que, si se esfuerza, todavía se pueden conseguir resultados que beneficien a la población.

Una población seriamente lastimada por la pandilla de ladrones que trajo a Veracruz Javier Duarte durante seis años. Una sociedad que de este gobierno, sólo ha escuchado palabras alusivas a su preso más señalado, reiteraciones de que no hay ni habrá dinero del erario, noticias de personal despedido por miles en todas las dependencias. Y la mayor desgracia: los innumerables muertos caídos y sembrados todos los días en el territorio estatal.

Y junto a estas malas noticias, la sonora autocomplacencia de aquellos a los que va bien en palacio, expresada con holgura económica en cenáculos de inexpertos muchachos y agraciadas jóvenes, que desde Boca del Río, Puebla, Tlaxcala y otras entidades federativas, poblaron las oficinas públicas en Xalapa.

Fuera de eso, nada. Nada para los no yunistas azules. Excepto, el afán sucesorio de Yunes Linares en beneficio de su primogénito.

Pero para lograr esto, el gobernador tendrá que constituirse en el líder que no ha sido, y deberá hacerlo en el poco tiempo con que cuenta antes de concluir su mandato. Sin embargo, la construcción de un liderazgo, es también el reto supremo que tienen todos aquellos que pretenden la silla principal del palacio de gobierno para el sexenio venidero, que iniciará el primero de diciembre del año próximo.

Veracruz necesita un líder que sepa volar alto y que lo conduzca hacia mejores tiempos. Un líder que reconstruya caminos y puentes con la sociedad, con los sectores productivos y con las fuerzas políticas, las visibles y las que están agazapadas. Un líder que transmita tranquilidad y posibilidades de allegar progreso a Veracruz. Un líder dispuesto a no cargar costales de rencor.

Los veracruzanos están cansados de los “liderazgos” exprés, de cortas permanencias, artificiosamente construidos en redes sociales por community managers tropicales. Veracruz es mucho más que Facebook, Twitter u otras redes sociales de moda.

El que lo entienda, deberá pensar en un liderazgo fuerte, sensible, constante, efectivo, cercano a los problemas de la gente para alcanzar la gubernatura siguiente. Ya sea Miguel hijo, José Yunes, Juan Manuel Diez, Cuitláhuac García o Dante Delgado. O todo aquel que quiera anotarse en la lista.

Además de listos, deberán ser auténticos líderes. No simuladores.

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