Después de haber sido uno de los estados más importantes y significativos en la vida nacional, Veracruz pasó a convertirse en una entidad federativa donde todo lo malo o mediocre se hace realidad. Los seis años de gobierno de Javier Duarte dejaron una cauda de hechos infamantes para la historia y la sociedad local. Y los que siguieron con Miguel Ángel Yunes, no terminan de sorprender por la cantidad de despropósitos, ineficiencias, omisiones y señales de corrupción que han mostrado.

Los veracruzanos saben de la existencia de tres poderes constitucionales que conforman el Estado y de no pocas instituciones autónomas que consiguieron ese carácter, supuestamente para ser independientes y enriquecer o mejorar los equilibrios de poder y la administración pública en todas sus facetas.

A dos años de que terminó el sexenio de Duarte, la población no ha quedado satisfecha con las maneras en que ha avanzado ese vergonzoso caso por los caminos de la justicia. Aunque Yunes presuma que el cordobés está preso y que su camarilla ha devuelto algunas propiedades, la gente no ha conocido de la recuperación de los miles de millones de pesos que quedaron en el limbo.

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Si se habló de 75 mil millones de pesos, nadie se puede conformar con los escasos mil quinientos millones que dicen haber recuperado. Pero además, Yunes Linares y su publicitada “sapiencia” policiaca nos quedaron a deber, como también ocurrió en el terrible y desastroso tema de la inseguridad pública que señoreó el territorio durante su gestión.

Y también quedó a deber en los programas de gobierno, en los que sólo se dedicó a repartir miles de despensas asistenciales con la ahora senadora Indira Rosales, construyendo unas cuantas obras públicas que no compensan los dos altos presupuestos anuales que ejerció.

Y qué se puede decir de los otros poderes, el legislativo y el judicial, que se dedicaron a ser vistosas comparsas del gobernador. Cuál fue su aportación a Veracruz.

Y si se habla de los órganos autónomos, se llega a conclusiones semejantes. Desde hace muchos meses, hombres y mujeres jóvenes de Veracruz, están siendo asesinados o desaparecidos sistemáticamente, sin que haya acción alguna de esos organismos, que no sean la simple y oportunista declaración pública. Sólo autocomplacencia y omisión; nunca una acción coordinada o individual que afronte ese problema.

Por ejemplo, en el caso de todos esos lamentables asesinatos y desapariciones de muchachos, dónde está la acción efectiva y determinante de la Universidad Veracruzana, la de Sara Ladrón de Guevara y su exquisito sahumerio aletargante de la Loma de la rectoría.  Porqué en estos meses no se le ha ocurrido a la señora inversionista una marcha de repudio y exigencia, como aquella por los millones, durante la campaña de Yunes a la gubernatura.

El gobernador y los titulares de esas áreas autónomas (y mitómanas), con todo y sus timbres y orgullosa palabrería egocéntrica y deshumanizada, andan como zombis, dormidos en sus laureles, sin intenciones de despertar.

Cuitláhuac García ha informado que el dos de diciembre próximo vendrá el presidente López Obrador a pronunciarse sobre la inseguridad. Ojalá y como titular del Ejecutivo Federal, Andrés Manuel recuerde los otros graves pendientes que viven los veracruzanos.

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