Veracruz iniciará el 2026 con un relevo político que va más allá del cambio administrativo. Los 212 ayuntamientos del estado comenzarán una nueva etapa y con ello se reconfigurará el mapa real del poder local. No es algo diminuto ni ceremonial. En Veracruz, la gobernabilidad siempre se ha construido -o deshilachado- desde los municipios.

Los ayuntamientos son el primer rostro del Estado frente al ciudadano. Ahí se mide la eficacia del gobierno, la capacidad de respuesta y, sobre todo, la sensibilidad política. Por eso, el desempeño de las nuevas autoridades municipales marcará el pulso de la vida pública y tendrá efectos directos en la estabilidad del gobierno estatal, en donde las cosas no van bien.

Para la administración que encabeza la ingeniera Rocío Nahle, la renovación municipal debe representar una coyuntura estratégica. Tras un primer año enredado, con avances limitados, con una narrativa y una nula comunicación política, la relación con los nuevos alcaldes puede convertirse en un factor de corrección o en un nuevo frente de desgaste. Si se construye y se teje fino, un bloque municipal funcional, coordinado y políticamente responsable, puede aportar gobernabilidad; un escenario de confrontación, significaría todo lo contrario.

Ese acompañamiento, sin embargo, no será automático. La política veracruzana rara vez lo es. El verdadero balance comenzará a definirse en los primeros tres meses y se confirmará en el transcurso del primer semestre. Será entonces cuando se identifique con claridad quiénes entienden la lógica de la coordinación institucional y quiénes apuestan por la confrontación como bandera política. Como siempre, no faltarán los alocados ni los insolentes.

En este punto conviene no perder de vista una realidad conocida en Veracruz. El poder de un gobernador existe y se ejerce. No es una figura decorativa ni una construcción discursiva. Los ediles que decidan tensar la relación con el gobierno estatal deberán asumir las consecuencias políticas y administrativas de esa decisión. La historia reciente ofrece suficientes ejemplos. Nahle, la primera gobernadora, lo ha demostrado con claridad.

En ese escenario aparecerán, como siempre, quienes desde un protagonismo de aldea hablen de centralización, presiones o autoritarismo. Pero un análisis serio exige algo más que consignas. En tiempos de saturación informativa, propaganda sistemática y manipulación deliberada, el mayor riesgo no es la confrontación política, sino la pérdida de la capacidad crítica.

Cuando se diluye la frontera entre lo verdadero y lo falso, entre la información y la consigna, el debate público se degrada. Confundir propaganda con realidad, o relato con hechos, conduce inevitablemente a una ciudadanía desinformada y vulnerable. Sin racionalidad ni discernimiento no hay libertad posible. Se pierde la capacidad de elegir con conciencia y el ciudadano deja de ser un sujeto libre para convertirse en objeto del poder.

Por ello, el debate sobre el ejercicio del poder debe colocarse en su justa dimensión. La concentración del poder ha sido, en distintos momentos históricos, un mecanismo para preservar la gobernabilidad. El problema no es su existencia, sino su uso. Cuando se ejerce sin inteligencia política o sin resultados, se socava; cuando se traduce en orden, coordinación y eficacia, se legitima.

Al final, la discusión no será ideológica, sino práctica. La ciudadanía no evaluará alineamientos partidistas, sino resultados concretos: servicios públicos, seguridad, obra pública y atención efectiva a los problemas cotidianos. Si la coordinación entre municipios y estado logra mejorar esos indicadores, el ruido político quedará en segundo plano.

Veracruz enfrenta una oportunidad que no debería desperdiciarse. La renovación municipal puede marcar el inicio de una etapa de mayor estabilidad y eficacia institucional, o convertirse en un nuevo capítulo de confrontación estéril. La diferencia estará en la capacidad de las nuevas autoridades para entender el momento político y actuar con responsabilidad.

Los veracruzanos están por encima de las disputas partidistas de baja estatura. Su fortaleza reside en su gente, en sus regiones y en instituciones capaces de corregir el rumbo cuando es necesario. El arranque del año no solo trae nuevos gobiernos municipales; trae la posibilidad de ordenar, coordinar y avanzar. De ello dependerá que Veracruz transite hacia un futuro con mayor certidumbre, menos propaganda y más resultados.

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