El martes pasado, el periódico Imagen del Golfo dio a conocer la noticia de que en el municipio de Coatzacoalcos está haciendo agua el famoso túnel sumergido que se inauguró a finales de abril de 2017, después de más de trece años de atribulada construcción y de que se cuadruplicara su costo inicial.

El prestigiado medio de comunicación afirma que en el techo del túnel ya se pueden apreciar las varillas oxidadas y que de él cae agua constante como si fuera lluvia. Las fotografías son elocuentes y resulta muy grave lo que sucede en esa obra de mil seiscientos metros de longitud bajo el río Coatzacoalcos, que tuvo un costo superior a los cinco mil trescientos millones de pesos y que, de acuerdo con sus impulsores, representa la primera construcción en su tipo en Latinoamérica.

Pero lo más revelador del caso pudiera ser el hecho de pensar que Veracruz entero lleva años caminando por un oscuro túnel, que para terminar de complicar las cosas está haciendo agua y pudiera inundarse ahogando a todos sus habitantes.

Anuncios

Y es que prácticamente desde que se impulsó esa obra de Coatzacoalcos, allá por los inicios de este siglo XXI en el palacio de gobierno de Xalapa, empezaron las vicisitudes para el estado. Primero con las cerca de 25 mil viviendas destruidas, decenas de escuelas, hospitales e instalaciones públicas y las más de ciento veinte víctimas mortales que dejaron las lluvias e inundaciones de septiembre y octubre de 1999, y que tardaron cuatro años en reconstruirse y paliar las afectaciones de víctimas, damnificados y productores agropecuarios. Sin duda, aquellas fueron las inundaciones más catastróficas de los últimos 25 años en el Golfo de México.

Después siguieron los tiempos de gobernantes que endeudaron al estado a niveles increíbles. Años de gestión que fueron acompañados de innumerables hechos de corrupción y muestras de impunidad que provocaron la ruina de la administración pública, la disminución de la obra de infraestructura, el aumento del desempleo y la caída de los servicios de desarrollo social a la población.

Pero el rezago y la precariedad galopante resultaron cosa menor, comparada con el incremento de asesinatos, secuestros y desapariciones en las ciudades y en el campo. Al día de hoy, Veracruz entero se solidariza con los desesperados grupos de familiares que quieren encontrar a sus muertos en quién sabe cuántas fosas clandestinas en muchos municipios.

Por desgracia, estos gobernantes que minaron la economía estatal también ignoraron la justa y humanitaria lucha de esos sufridos paisanos que insisten en hacer justicia.

Veracruz continúa sumergido en un largo y oscuro túnel cuyas paredes son los miles de muertos y desaparecidos que han dejado las bandas delincuenciales, la ingente deuda con la banca nacional, el desempleo creciente, la corrupción interminable y la impunidad que nadie quiere reconocer y que no anuncia nada bueno.

Pero recordemos el discurso del gobernador Yunes Linares aquella mañana en que inauguró el célebre túnel que une a la ciudad de Coatzacoalcos con la congregación de Gavilán de Allende: “Veracruz no es violencia, no es nada del panorama negro que se dibuja. Veracruz es presente, es capacidad de volver a ser la locomotora de la economía nacional de hace muchos años”.

Lamentablemente, hay que aceptarlo, el brioso maquinista perdió el rumbo y los estribos desde ese festivo día de abril.

Publicidad