El gobernador Miguel Ángel Yunes Linares sigue aplicando la estrategia que le permitió alcanzar la magistratura estatal hace poco menos de un año. El esquema usado para anunciar su primer informe de gobierno, nos regresa a los meses de 2015 y 2016 en que su único tema fue la corrupción de su antecesor.
Con el antifaz de bandido que colocó en el rostro de Javier Duarte de Ochoa en los medios y en grandes espectaculares, comprobamos que esa es la imagen que Yunes Linares está haciendo trascender, coincidiendo con la campaña a la gubernatura que hace su hijo y que nada detiene.
El actual gobernador olvidó entregar resultados, olvidó buscar los dineros robados y olvidó que gobierna a más de ocho millones de personas con cientos de preocupaciones y están atentas a su gestión.
Veracruz se convirtió en un enorme circo. Es solamente una gigantesca puesta en escena que recuerda el gran teatro de Moscú, la capital de los rusos y de su gran trayectoria circense.
Con los Yunes del estero, los veracruzanos debemos olvidarnos del progreso y del bienestar de las familias; debemos olvidarnos de la tranquilidad y de la seguridad que deben existir para poder trabajar y llevar el sustento a casa. Al haber pocos resultados, todo está reducido al espectáculo, al morbo y al circo.
En el caso de los anteojos colocados sobre la fotografías de Duarte, esa travesura de primaria no ofende a nadie, sino que más bien es una muestra de la falta de seriedad en la conducción de un gobierno. Muestra la terquedad política del que gobierna y descuidó los más elementales derechos humanos que tiene un preso en camino de ser sentenciado y que, a decir de muchos especialistas, pone en peligro el proceso legal que hay en su contra.
Es un hecho excesivo e inútil, que no conduce a nada, porque todos los veracruzanos ya sentenciaron a Duarte de Ochoa y a su familia, y no hay forma de que libren el escarnio ni el castigo social por sus culpas.
Pero ese exceso de picardía veracruzana, no debemos verlo únicamente en el efecto inmediato causado en el terreno local.
Precisamente, hablando de los rusos, el desatino yunista pone en evidencia situaciones que recuerdan en hechos actuales, la influencia de ese país en varios acontecimientos internacionales, en donde, utilizando el creciente circo de las redes sociales y el manejo delincuencial del internet, ese país ha podido influenciar grandes decisiones en perjuicio de otras naciones.
Lo vimos en el caso del Brexit inglés, que llevó a Inglaterra a retirarse de la Comunidad Europea, causando temor en su economía y arrepentimiento por gran parte de la población británica, que en su momento no pudo dilucidar cómo fue que descuidaron esa decisión que ahora lesiona a su país.
Pero la trama rusa llegó antes a América. Se rumoró con respecto a la facilidad con que Venezuela se volvió propiedad de un dictador con antifaz bolivariano. Se comprobó el año pasado en estados Unidos, con la inexplicable derrota de Hilary Clinton a manos del errático Donald Trump. Hasta ahora, ni la CIA, ni el FBI, terminan de descubrir cómo fue que los hábiles hackers rusos voltearon las elecciones presidenciales en favor de Trump. Y lo peor es que los ejecutivos de Facebook ya lo confirmaron.
Imaginemos lo que la trama rusa podría hacer en nuestro país, utilizando nuestro propio circo en la elección nacional y en las estatales de 2018.
El circo veracruzano, su morbo y sus chismes vecindarios, constituyen un apetitoso caldo de cultivo para hacer valer los nuevos esquemas informáticos y la manipulación de noticias y redes sociales que puedan hacer cambiar las decisiones ciudadanas por espejitos distractores durante la semana de votaciones.
Será que los que quieren ser candidatos a gobernador, ya tienen el antídoto a esas mareas temporales para distraer a la gente, creadas en la oscuridad para cambiar la opinión pública y mover las decisiones individuales de elección, en perjuicio de la imagen de los políticos contendientes y de la auténtica democracia.
Porque si no, tendremos carpa y circo para muchos años más. Aunque viéndolo de otra forma, con ese estratégico apoyo de origen ruso, hasta el menos pensado podría llegar a la gubernatura.