El periódico hondureño El Heraldo publicó el martes pasado una delicada noticia sobre el desafortunado y muchas veces trágico paso que los migrantes centroamericanos sufren en territorio veracruzano, cuando se trasladan a Estados Unidos en busca de empleo y mejores condiciones de vida. Debe reconocerse que el problema no es nuevo y que afecta también a ciudadanos de países como Guatemala, El Salvador o Nicaragua.

De acuerdo con datos de la ONU, cada año viajan por México más de 500 mil centroamericanos indocumentados que tratan de penetrar al país del norte. La denuncia periodística habla incluso de personas torturadas y mutiladas por agentes del Instituto Nacional de Migración. Refiere además, declaraciones del padre Alejandro Solalinde, quien acudió al lugar de los hechos en el municipio de Rodríguez Clara y a entrevistarse con migrantes de ese país detenidos en un resguardo oficial.

Resulta vergonzoso que la población de esos países tenga opiniones tan negativas de Veracruz, si se recuerda que su gente ha sido admirada por su tradicional hospitalidad. Algunos afectados que han compartido sus penurias, también han agradecido el apoyo de Las Patronas, un conocido grupo de mujeres mexicanas que brindan todos los días apoyo alimentario a esos viajantes. En ocasiones, de manera individual los perseguidos se han acercado a granjeros o campesinos del medio rural a pedirles ayuda cuando quieren escapar de autoridades o delincuentes que pretenden secuestrarlos o agredirlos. Los migrantes han asegurado que cuando cruzan por Tamaulipas o Veracruz, y ante tanto abuso e inseguridad, lo hacen con sigilo para poder pasar desapercibidos.

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Diferentes medios de comunicación han realizado reportajes sobre la agobiante y peligrosa aventura que los migrantes deben superar antes de llegar a la frontera. Una de las más acostumbradas por ellos es el traslado clandestino sobre los vagones del tren de carga denominado La Bestia, calificativo que se ganó por las personas que caen y que quedan mutiladas por las ruedas del ferrocarril, lo cual ocurre con cierta frecuencia.

Pero hay otros riesgos más. Uno de ellos es el de los polleros, que mediante una alta cuota, transportan por carretera a los migrantes en vehículos que no cuentan con condiciones mínimas para la supervivencia de los pasajeros. Así por asfixia o deshidratación, han muerto cientos de personas.

Pero uno de los más graves riesgos que deben afrontar es el secuestro que sufren a manos de bandas de traficantes de órganos, o de secuestradores, que cuando los familiares no pagan los elevados importes exigidos para la liberación, simplemente desaparecen a las infortunadas víctimas, casi siempre padres de familia.

Es probable que en los cientos de cráneos sin identificar, o en los miles de fragmentos de osamentas encontradas en las fosas de cadáveres que se han descubierto en los últimos tiempos en Veracruz, se encuentren los restos de muchas infortunadas personas originarias de esas naciones, que siguen en calidad de desaparecidos y que un día tuvieron un sueño de progreso para ellos y sus descendientes.

Ojalá y la cuarta transformación de AMLO traiga a autoridades más competentes y honorables y a instituciones mejores y más justas. Y que reciban castigo los delincuentes y malos funcionarios que medran con los indocumentados.

Hace pocos días, el gobernador electo Cuitláhuac García se reunió con los cónsules de los países de Centroamérica. Ante ellos ofreció que en su administración habrá respeto a los derechos de los migrantes.

Es lo menos que ellos esperan.

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