José Antonio Flores Vargas

Al margen de las simpatías generadas a nivel internacional por los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos, este martes terminó la elección con el triunfo de Donald Trump y la derrota de Hillary Clinton.

La tradición norteamericana permite que influyentes medios de comunicación como Fox News, The Washington Post, The New York Times, CNN o NBC, den a conocer al ganador de la elección presidencial de ese país. Ellos no cuentan, ni necesitan, una institución que califique, valide y proclame al vencedor de las elecciones.

El sistema político de los Estados Unidos, después de cumplir con ese protocolo, realiza una transición tersa y sin estridencias, con el objeto de evitar que la economía y la sociedad se enfrenten a hechos y circunstancias que las puedan desestabilizar. Incluso la CIA (Agencia Central de Investigaciones), en automático envía al candidato ganador, los informes confidenciales sobre la situación del país y del mundo, como lo hace cotidianamente con el presidente en funciones.

Anuncios

Este hecho normal en esa sociedad, que muestra la civilidad, la prudencia y el pragmatismo de la política norteamericana, permite reflexionar sobre los estilos diferentes de ejercer el poder en nuestro país, que por desgracia se refleja en todas sus entidades federativas y en todos los órdenes de gobierno.

En Veracruz, en este cierre de 2016, después de una elección para gobernador, el estado vive la transición más compleja que se recuerda en su historia democrática. Complicada, porque los mandatarios saliente y entrante son de distintos partidos políticos, pero más que nada, por el cúmulo de irregularidades en el manejo de los recursos públicos, que hizo el gobernador con licencia y que habrán de originar graves carencias económicas durante varios años, así como serios problemas de gobernabilidad, como los que se están observando en el periodo de transición.

Desde el mes de junio en que se realizó la elección en Veracruz, nada mejora, todo lo enredan. Las organizaciones sociales, las marchas y los bloqueos, tienen en jaque a la ciudad de Xalapa y a otras importantes poblaciones, reclamando pagos, pensiones, apoyos, subsidios o liquidación de adeudos diversos. Ante esto, ningún grupo político da señales de querer abrir ventanas que permitan encontrar soluciones.

De manera adicional, hace algunas semanas, más de cuarenta alcaldes entraron por la fuerza y tomaron el Palacio de Gobierno, presionando a Flavino Ríos, el gobernador interino, para que les entreguen sus participaciones federales que ilegalmente retiene o dispuso la SEFIPLAN en otros menesteres. Y han amenazado con mantenerse ahí de manera indefinida hasta que les paguen a sus Ayuntamientos.

Otro grupo de 60 alcaldes ha hecho viaje a la Ciudad de México para insistir en el mismo problema, y pedir que la federación les deposite directamente a sus cuentas, sin intermediación del gobierno estatal.

Los dos grupos de alcaldes han manifestado que están cerrando los Ayuntamientos, y argumentan que no tienen manera de operar.

El problema se ha vuelto mayor, debido a que Miguel Ángel Yunes Linares, el gobernador electo, ha dicho que no participará en el proceso de entrega-recepción del gobierno, mientras los acreedores no reciban el importe de lo reclamado. Ante esa afirmación, su equipo de transición se ha replegado, demorando las reuniones en las distintas áreas de gobierno.

La Constitución Política de Veracruz (art.79), la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo (arts. 6 y 58) y la Ley de Responsabilidades de los Servidores Públicos (art. 46), establecen claramente las disposiciones sobre el manejo de los recursos públicos y de los procesos de entrega recepción, para lo cual son irrelevantes las tomas de palacios, marchas o exigencias de pagos pendientes.

El hecho de que ahora no reciban su dinero los acreedores, no significa que al cambio de gobierno se extingan los compromisos y las obligaciones de pago. Como tampoco se terminan las responsabilidades legales por el manejo irregular de los recursos públicos. Las instituciones prevalecen, cambian los personajes.

Por otro lado, los alcaldes no pueden campechanamente cerrar los ayuntamientos o dejar de prestar servicios a la comunidad que paga puntualmente sus contribuciones municipales y espera las contraprestaciones que la Ley obliga. La Carta Magna, en su artículo 115, lo precisa con toda claridad.

Estas circunstancias han convertido a los veracruzanos en tristes rehenes de la imprudencia y la ignorancia irresponsable. Si se analizan fríamente las cosas, se percibe que los caminos que han tomado los inconformes no son los más indicados. Más bien, parece un exceso de circo, con fines malintencionados. Al final, todos están cayendo en incumplimiento de deberes legales.

Es necesario que los personajes que lideran estas manifestaciones, aguarden los tiempos políticos y dejen en paz a la población. No pasemos del rechazo al régimen duartista, al hartazgo hacia los nuevos actores políticos. La imprudencia y la irresponsabilidad no son buenas consejeras.

God bless America y Dios bendiga a Veracruz.

Publicidad