En julio de 1980 se dio el estreno mundial de la película ¡Airplane!, una comedia norteamericana, con diferentes títulos en otros países. En Hispanoamérica se llamó ¿Y dónde está el piloto?, mientras que en España cambió a ¡Aterriza como puedas!

El filme relata un viaje aéreo entre las ciudades de Los Ángeles y Chicago, en cuyo trayecto, los pilotos del avión y la mitad de los pasajeros sufren una severa intoxicación por haber ingerido mariscos descompuestos. Después de momentos chuscos entre los pasajeros e hilarantes peripecias para tratar de aterrizar, logran hacerlo a salvo y con pocas pérdidas, con ayuda de Otto, ¡un piloto inflable!

La película ha sido considerada como una de las diez más cómicas y disparatadas de la historia del celuloide.

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El título de la cinta, llega del cajón de los recuerdos, y sólo lo utilizaremos para preguntarnos dónde anda, o qué hace Rogelio Franco, nuestro flamante secretario de gobierno.

Pareciera que el cúmulo de desaciertos e inoperancias que aún le permite el gobernador, lo cambiaron del amarillo a un macilento estado, que a cuatro meses de haber sido designado, lo tiene cerca de la crucifixión política.

Porque nadie se explica, cómo es que un puesto como el de secretario de gobierno, que tiene serias atribuciones legales, no se use más que como adorno del palacio de gobierno en esta administración. Y es que requerimientos de una mayor participación de él, y de ayuda a su jefe, se han dado prácticamente todos los días en estos tiempos.

Lo último que se recuerda del funcionario que ocupa la segunda posición del organigrama, es su aparición en medios cuando Flavino enfermó y tuvieron que sacarlo del reclusorio de Pacho Viejo. El ex gobernador sustituto fue trasladado al hospital, mientras que Rogelio salió con su batea discursiva que acostumbra.

Después, así como su responsabilidad, redujo aún más su perfil, hasta hacerlo insignificante, Y eso a pesar de que en el horizonte veracruzano han aparecido asuntos álgidos y comprometedores.

Uno de ellos, las reiteradas acusaciones de los Colectivos de búsqueda y las declaraciones del Padre Solalinde, en relación a los asesinatos, los desaparecidos y las fosas con cadáveres en varios puntos del estado.

Después vinieron los extraños trastupijes en la fallida selección de candidatos perredistas, el fin de semana pasado. Aquí era lógico que no apareciera Rogelio. Su oculta mano en ese partido y sus estilos al margen de las normas, continuaron notándose, hasta que su descaro y manipulación despertó a la dirigente Alejandra Barrales, quien tuvo que poner orden desde sus oficinas de la Ciudad de México.

Pero aún hay otros temas. En este momento, en la escena nacional tenemos el triste y vergonzoso caso de los porkis del puerto y del mediatizado y suspendido juez federal que se acercó a los linderos de la ignominia, inclinando la balanza de la justicia.

Asuntos, todos ellos, en los que un eficiente secretario de gobierno podría aportar algo más que miedo, incapacidad e importamadrismo.

Por lo que se ve en esa área, lo que más se necesita es aterrizar. ¿Será que Otto pilotea el avión? ¿O urge que llegue Otto? ¿O alguien necesita aire?

Interesante pregunta.

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