Ha transcurrido más de medio siglo después de los trágicos hechos del 68’. Los problemas de la democracia, de la cerrazón política y del presidencialismo totalitario que en ese tiempo se atacaban, resurgen en el país de manera semejante a como ocurría en aquel año que segó la vida de cientos de jóvenes universitarios en Tlatelolco.

En la capital veracruzana y en otras ciudades del país, los estudiantes seguían los acontecimientos del Distrito Federal y, a su modo, sufrieron también la represión y las secuelas que les dejó esa amarga experiencia. En el año 2009, Lulio Valenzuela, Ranulfo Márquez, Roberto Williams, Ernesto Fernández, Rafael Arias y otros aguerridos actores locales, dejaron sus testimonios en un libro que titularon El 68 en Xalapa y el liderazgo estudiantil en la Universidad Veracruzana. Testimonios.

Después de analizar esos relatos, al lector le invade una interrogante: Qué ha sido de la existencia y proyectos de aquellos entusiastas jóvenes veracruzanos que participaron en las protestas. ¿Qué estarán pensando esos personajes respecto a las circunstancias actuales de la política y de los derechos humanos en México?

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En Veracruz primeramente hubo problemas magisteriales que explotaron en el mes de mayo de 1968. Un grupo de maestros universitarios encabezados por Roberto Williams, y apoyados por los alumnos de varias facultades, trataron de reivindicar pagos pendientes, derechos laborales y demandas salariales. 

El 29 de julio se formó el Consejo Nacional de Huelga, al que se sumaron la UNAM, el Instituto Politécnico nacional y varias instituciones educativas del país. 

También a finales de julio en Xalapa, Orlando Guillén Tapia y Ernesto Fernández Panes publican una carta abierta en apoyo a las instituciones de educación superior tras la ola de represión policiaca y del ejército, y como un llamado a la conciencia nacional para que reflexione sobre las graves consecuencias que trae consigo la pérdida de respeto a la Constitución.

Al día siguiente los estudiantes de leyes, filosofía y economía hacen una manifestación silenciosa y paro de labores en apoyo a los estudiantes de la Ciudad de México. El día 30 de agosto se reúnen estudiantes y maestros y forman el Comité pro Libertades Democráticas, nombrando delegados en cada una de las facultades de la UV.

El 21 de septiembre el gobierno estatal liberó a los estudiantes huelguistas que fueron detenidos dos días antes en las instalaciones universitarias de Juárez número 55: después de dos noches de detención salen sin cargos los jóvenes Rafael Arias, Jorge Brash, Juan Eduardo de la Luz, Roberto Rivas, Miguel Luis León, Miguel Ángel Palma y Guillermo Villar.  

Siguiendo instrucciones del centro, el gobernador López Arias decide actuar con mayor rigor. Con la fuerza del ejército y los gases lacrimógenos de la policía, la tarde del veintiséis de septiembre reprime a cerca de mil estudiantes de universidades y preparatorias. La marcha había iniciado en la Facultad de Filosofía y Letras, en la calle de Juárez y concluyó en la calle de Lucio, a unos metros del Palacio de Gobierno. En los alrededores de la Plaza Lerdo apresaron a seis maestros y a cerca de setenta y cinco alumnos. 

Fueron detenidas las siguientes personas: Rubicel Aquino, Víctor Alegre, Rafael Arias (apresado por segunda ocasión), Demófilo Azuara, Roberto Bravo Garzón, Héctor Castañeda, Leopoldo Castillo Rodríguez, Rodolfo Carvallo, Juan José Chable, Antonio de Haro, Miguel Ángel Luna, Ismael Montemayor, Evaristo Morales, Jorge Obrador Capellini, Jorge Ortiz Escobar, Ramón Pereda, Elia Pérez, Ignacio Ramírez, Eliezer Rivera, Otto Ernesto Rodríguez, Juan José Rodríguez Pratts, Raymundo Serna, Aureliano Téllez, Juan Terán, Luis Torres, Gilberto Trujillo, Carlos Manuel Vargas y Celso Vázquez. 

En Orizaba fueron detenidos Tomás de Héctor, Rutilo Fernández, Nicolás García, Roberto Martínez, Antonio Lara, José Luis Lugano, José Luna y Jesús Ramírez, mientras que en Poza Rica se apresó a Ángel Ruiz. 

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Con órdenes de aprehensión resultaron Orlando Guillén, Humberto Troncoso y Ernesto Fernández Panes.  

Todos los maestros y estudiantes apresados en el centro de Xalapa serían liberados a las nueve y media de la noche del 2 de octubre, después de que sus familiares pagaron las fianzas correspondientes. Mil pesos cada estudiante y cuatro mil los profesores.

El 27 de septiembre el Diario de Xalapa dio la noticia con la siguiente cabeza: “Fue reprimida con violencia la manifestación; sentimientos de reprobación contra la policía”.  

El dos de octubre de 1968, en una de las peores decisiones políticas de la historia de México, el presidente Díaz Ordaz ordena disparar a los estudiantes que se reúnen en un mitin en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. 

Al día siguiente el mundo conoce la noticia de la injusta matanza de estudiantes a manos de los militares comandados por el general Marcelino García Barragán así como la detención de cientos de manifestantes y maestros de la Universidad Nacional Autónoma de México y otras instituciones educativas del Distrito Federal. Julio Scherer, a quien la cooperativa que mantenía el periódico Excélsior, acababa de elegir como su director, cabeceó de este modo la noticia: “No habrá estado de sitio, afirma García Barragán. Recio combate al dispersar el ejército un mitin huelguista”.

Los juegos olímpicos iniciaron el 12 de octubre. El sistema político promovió y difundió hasta el cansancio una noticia que pretendía lavar la cara al ejército: el sargento José Pedraza había obtenido una medalla de plata en marcha.

Y cuál fue el resultado de la protesta: La sociedad comprendió que había que escuchar a los jóvenes y entender los valores de la tolerancia, la democracia y la justicia. En esa época Jorge Brash dio una conclusión que reflejó el sentir veracruzano: “¡A quién jijos le importa la Olimpiada!, una celebración que puso a México en la marquesina del mundo y donde la nota deportiva se disputa la primera plana con la de la infamia y el crimen”.

El 20 de diciembre de 1968, el gobernador Murillo Vidal anunció el fin de la acción judicial por los delitos de motín y asonada con que fueron imputados los detenidos de septiembre.

De los que participaron en esas álgidas semanas del 68’ varios han fallecido; otros se dedican a actividades productivas o a la docencia. Pocos siguen en activo: Orlando Guillen hace poesía desde Barcelona, donde se autoexilió. El poeta Jorge Brash busca el verso y ha realizado diversas traducciones de autores destacados. Ranulfo Márquez ha sido funcionario y dirigente priista en varias administraciones, Rafael Arias se dedica a la academia y al análisis político y económico. De los demás, seguramente se localizan en la actividad política en los diferentes partidos. 

Por lo que se percibe en el aspecto político, México parece que va de regreso.

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