Si pudiésemos hurgar en la mente de los veracruzanos que han tenido un papel trascendente en los asuntos de la política estatal estas semanas, podríamos encontrar que muchos de ellos evocaron el secreto y humano pecado de no querer reconocer errores, y que prefieren echar la culpa a los demás. Los teóricos del psicoanálisis dicen que en la culpa existe una intención inconsciente de no cumplir los actos.

Empecemos por el tema central en Veracruz, que no es otro que el haber descobijado o sacado de su ensueño británico a Karime Macías Tubilla, una veracruzana con ínfulas de diosa de la abundancia. Sobre esta suculenta noticia de finales de mayo, se debe haber cuestionado su esposo Javier Duarte, personaje que no acepta sus culpabilidades y que a esta hora del reclusorio norte, debe estar señalando que “Yunes es el culpable” de lo que les sucede como familia.

Pero en los dominios del estero de Boca del Río, seguramente hubo expresiones parecidas en el momento en que el periódico Reforma avisó que sólo un punto porcentual separaba a Yunes Márquez de Cuitláhuac García en su batalla por la gubernatura. Ante el idílico paisaje tropical, en ese momento matutino alguien debe haber soltado algún improperio como este: “El que Cuitláhuac nos esté alcanzando, se debe a la pésima campaña del tibio candidato priista. ¡Yunes es el culpable!”.

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En Córdoba también ocurrió algo similar. Las cosas se le pusieron feas a un ansioso candidato a diputado verde, al momento de hacer proselitismo en una colonia, donde su guardia pretoriana sacó la pistola para amenazar a algunos transeúntes pertenecientes a Antorcha Campesina. Como no le agradó lo que sobre ese grave incidente dijo su líder máximo, y tampoco aceptó su culpabilidad por tal actitud, se le hizo más fácil llegar al insulto contra Pepe Yunes. Aunque el político y empresario cordobés no lo expresara, sí pensó que las cosas sucedieron porque ¡Yunes es el culpable!”

Y como en Veracruz todo es culpa de los Yunes, algunos simpatizantes de Yunes Zorrilla ya encontraron al culpable de que su campaña no levante.  En redes sociales viaja rápidamente la nota pagada de un portal que acusa al senador Héctor Yunes y a su hija Andrea por haber acaparado posiciones políticas, sugiriendo que por eso el partido y la campaña a la gubernatura priista andan por los suelos. Para estos jóvenes afectos a la campaña virtual, fue muy sencillo aprovechar la célebre ambición de Héctor, y en lugar de trabajar en serio por la campaña pepista, salir con el mismo rollo de: “este Yunes es el culpable”.

Entrados en justificaciones de naturaleza humana y en salvaguardas personales, tenemos que aceptar que los que se sienten políticos duchos, aplicarán esa evasiva respuesta, si cuando pasen los meses electorales, la popular Karime logra pasar los cercos judiciales sin tocar baranda, debido a expedientes incompletos o pruebas de que no hubo debido proceso en su contra.

Si eso sucede, como ya adelantan los eternos inconformes, el crítico vocerío local que nunca interviene en nada, gritará a voz en cuello, apuntando con el índice acusador: “Ya se sabía que eso ocurriría. Todo fue una farsa. Porque de esos modos e incompetencias jurídicas, sólo Yunes es el culpable”.

Pero vayamos a lo importante y analicemos un sencillo augurio. El día primero de julio a la media noche, más de uno de los actores centrales de la elección veracruzana mascullará estas palabras: “¡Yunes es el culpable!”.

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