Jesús Lezama

Hermann Hesse siempre fue calificado de alemán alemán, para decirle blando por su oposición a las guerras, el abuso del poder y a todo tufo de político corrupto. El se definía más dedicado al espíritu: obras de lectura obligada como Siddharta y El lobo estepario lo definen como tal. Publicó dos libros con sus pensamientos para dar respuesta a los cientos de mensajes y cartas, en pro y en contra, que le enviaban sus lectores sobre diversos temas de la época, mismas posturas que luego fueron a dar a Lecturas para minutos 1 y 2. En estos textos (550), algunos escritos ex profeso y otros que cabalgan entre el aforismo y el ensayo breve extraídos de algunas de sus obras, y dejan clara su postura ante el poder (“Una indecente cantidad de poder malogra al ser humano indefectiblemente”), la humanidad (“No creo en una humanidad mejor, yo no creo que nunca mejor o peor, es siempre igual. Pero las irrupciones de lo demoníaco en lo humano suceden en épocas, no sólo ocultas entre criminales y psicópatas sino que a veces abiertamente y a lo grande, hacen política y arrastran a pueblos enteros”), los llamados hombre de Estado (“Soy una estufa, pero igual podría ser un hombre de Estado. Tengo una boca grande, doy poco calor, despido humo por un tubo, tengo un buen nombre y despierto grandes recuerdos”), los corruptos (“También las hormigas hacen guerras, también las abejas tienen estados, también los hamsters almacenan riquezas”), pero sobre muestra su desprecio por los políticos (“La mayoría de los hombres no tienen credo político propio, sino el de su casta: son, en su noventa y nueve por ciento, partidarios de opiniones para cuyo examen no les alcanza su inteligencia”) y nos da una cátedra de esperanza: “No tenemos que empezar por atrás, por las formas de gobierno y los métodos políticos, sino por delante, por la construcción de la personalidad, si queremos volver a tener espíritus y hombres que nos garanticen un futuro”.

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