Jesús Lezama

Si ante la caída de un país la sociedad no actúa, la irresponsabilidad no sólo puede recaer en los dirigentes de una nación. Puede afirmarse que hay una responsabilidad compartida entre el gobierno y la ciudadanía cuando los del poder cumplen y hacen cumplir las leyes (sin privilegios de tipo alguno) mientras que los ciudadanos deben de respetar las normas del sistema jurídico.

Pero, ¿qué pasa en el México de la mal llamada cuarta transformación? De acuerdo con lo que sucede, y conforme a la opinión de millones de mexicanos, en la república las cosas no marchan bien. El fracaso del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador es evidente ante los ojos de cualquier ciudadano no obcecado por ideologías que arrastran al precipicio social, económico y cultural que se padece en casi todo el territorio.

Aunque se quiera tapar el sol con un dedo, los enemigos de las libertades están haciendo su trabajo mejor que la adormitada y perezosa sociedad que prefiere todo fácil, sencillo, sin esfuerzo, bajo el argumento de que los males del país son cosas de los políticos, y con soltura se zafan con el cuento de que a ellos no les interesa la política. 

Ignoran que todo es política porque esta es la ciencia que estudia la forma de gobierno de la administración. Es como si a un empresario no le importara conocer la política (medios y herramientas) que usaron terceros, para investigar cuánto dinero tiene y dónde lo tiene. En ambos casos, el público y el privado necesitan de la política para ver dónde están sus fracasos y sus éxitos, ya sea para recomponer o mejorar sus procesos.

En México, la percepción de que la democracia está en evidente retroceso se ha ido acrecentando día con día. La tormenta de encuestas que inundan y permean en los distintos medios de comunicación, en las que prácticamente dan como ganadores a los candidatos morenistas, no deja de ser un meticuloso juego estratégico y comercial para hacer creer que los de la ‘oposición’ ya no tienen nada que hacer y que todo está decidido. Eso sólo forma una parte del juego de la comunicación que va creando espectros para confundir, para no reflexionar y para manipular con mayor facilidad a los que se asumen como ‘desinteresados de la política’.

Los políticos saben aprovechar y medir esos tiempos utilizando los medios de comunicación para tergiversar, incluso cambiar, las realidades, auscultando, previamente, a los más proclives a la zalamería y de fácil genuflexión. Podríamos preguntarnos cómo es posible que, aunque exista una realidad aplastante, la gente no la acepte, o no la quiera ver.

Una respuesta la podemos encontrar en Masa y Poder de Elías Canetti: “Nada teme más el hombre que ser tocado por lo desconocido. Desea saber quién es el que le agarra…Sólo inmerso en la masa puede el hombre redimirse de este temor al contacto. …Muchos no saben qué ocurrió, no pueden responder a ninguna pregunta; sin embargo, tienen prisa de estar allí donde se encuentra la mayoría…El ansia de crecimiento es la primera y suprema característica de la masa. Quiere integrar en ella a todo aquel que se pone a su alcance

El despertar ciudadano es un reto para los ciudadanos, no para los partidos políticos. La frágil configuración de estos institutos políticos sólo ha servido a algunos cuantos para hacer realidad sus ambiciones políticas, no para resolver las necesidades de la sociedad. 

México necesita de la ciudadanía hoy más que nunca, las puertas del infierno están abiertas y no podemos quedarnos en las buenas intenciones. No es catastrofismo, mucho menos manipulación. Es el momento de hacer uso de nuestras libertades, antes de que se vean aplastadas por un régimen de cuarta. Aún estamos a tiempo.

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