Jesús Lezama

A menudo la gente discute, pregunta o reflexiona sobre la coherencia y la congruencia de los actos de terceros o de los propios. Hacerlo es un buen acto de conciencia para reconocer lo que hacemos, no hacemos o damos, a los demás. Y aquí la pregunta ¿es bueno cuestionar la coherencia o congruencia entre lo que decimos y hacemos? La respuesta es: Si.

La coherencia resulta de lo lógico, lo que corresponde consecuente a nuestros antecedentes, en tanto, la congruencia surge de lo que es conveniente, oportuno. 

Este rollo introductivo sale a cuento porque es necesario preguntarse sí el presidente López Obrador ha sido coherente y congruente entre lo que dijo como candidato y lo que hace como jefe de la nación. La opinión se divide como lo están muchas cosas en México. Pero la respuesta en este muro es: No.

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Al asegurar que no hay una coherencia y congruencia entre lo que dice el presidente Andrés Manuel y lo que hace, es porque su coherencia discursiva no refleja la articulación de elementos diversos que lleven la intención de estructurar el pensamiento y estimular la reflexión. Por el contrario, el podium medáitco mañanero es usado para expresar ideas que no permiten relacionar con secuencia la comprensión de lo que se “informa”. Y se entrecomilla el verbo porque no se está informando o transparentando las acciones de un gobierno sino que se intenta ideologizar a una población, mayor informada, más no mejor.

Seguro que alguien -los aficionados a contabilizar cifras y esas cosas- sabe cuántas veces AMLO ha mencionado la palabra corrupción (sólo desde que es presidente) y que va a acabar con esa mala práctica neoliberal, ahora también generadora de la pandemia del Covid-19, según lo han decretado los lopezobradoristas.

He aquí un botón de muestra. El caso de las adjudicaciones directas, sin licitación, por casi 200 millones de pesos, asignadas a León Manuel Bartlett Álvarez, hijo del director de la Comisión Federal de Electricidad, aprovechando las necesidades que se presentan en una pandemia como el coronavirus.

AMLO juró limpiar el sistema. Su discurso anticorrupción terminó por llevarlo a palacio nacional con 30 millones de votos. Ha dicho que no bastaba con respetar la legalidad (cumplir expresamente lo que la ley establece), sino que publicó y difundió -en los primeros dos meses de su gobierno- una cartilla moral, inspirada en un ensayo del escritor mexicano Alfonso Reyes escrito en 1944.

López Obrador debe releer ese cuaderno humanizador. Es necesario que dialogue, discuta, reflexione y pregunte, con su familia y más cercanos colaboradores, sobre los niveles morales, éticos y los valores que han implementado en su gobierno.

Si lo que se dice es coherente con lo que se hace, es necesario la congruencia para mantener la relación, la armonía, el equilibrio en aquello que no coincide entre muchos mexicanos, sin importar que sean neoliberales, conservadores, fifis o chairos.

El discurso y la credibilidad de AMLO cuelgan de un hilo.

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