En ocasión del estreno de su película Soñadores (2003), le preguntaron a Bernardo Bertolucci su opinión sobre la melancolía –en la película aborda el mayo francés del 68, equivalente al 2 de octubre nuestro–, y él contesto con una respuesta que valga su vigencia para nosotros: “Esta palabra tiene un sentido negativo para mí. Incluso el juicio que la palabra requiere me lleva a la misma reflexión sobre la política y la ideología: términos que me traen una gran carga negativa. Pero siendo sincero, cuando la política ha acabado siendo defenestrada del término ideología, me ha dejado de interesar. Ahora mismo, la política es un instrumento tecnológico y empresarial que sólo interesa a los técnicos. Son dos palabras que han perdido todo su significado en el lenguaje de hoy”. Para el lúcido cineasta italiano, fallecido ayer en su casa de Roma a los 77 años, el éxito de mayo del 68 fue sobre todo un fenómeno social que venció a las individualidades de aquel tiempo y que son la carta de naturaleza de nuestros días: “No cambió nada en la política de forma inmediata –dijo–, pero el mundo y sus costumbres han sido capaces de cambiar desde entonces. El mundo actual sólo se comprende desde las consecuencias de aquellos hechos”. Para Bertolucci su película Soñadores opera como un espejo en el que uno, de aquella generación, debe mirarse para no olvidar que las utopías y la transgresión deben seguir siendo posibles: “Recuerdo que en aquellos años –contaba–, nos acostábamos conociendo un mundo en que vivíamos esperando que la madrugada nos trajera uno completamente distinto. Y yo todavía no he perdido esa esperanza”. Era, por decirlo de alguna manera, la necesidad del alma para abrirse paso a la intemperie. De ahí que la intención del director de El último tango en París haya sido, según sus propias palabras, recuperar del olvido el espíritu que reinó en aquella época y, sobre todo, que las generaciones jóvenes lo conocieran: “Los protagonistas de aquellos eventos o los padres de los jóvenes de hoy no cuentan nada de aquello –comentaba–, parece como si trataran de silenciar una especie de maldición. Algunas cosas cambiaron, pero también algunos sueños son todavía sólo eso, sueños. Por eso seguimos siendo soñadores. Quizá estemos todavía a tiempo de hacerlos realidad. En cualquier caso, quería recordar una época en la que la utopía era posible y la transgresión era considerada el motor esencial de una forma de vivir”. Aquel contenido político y poético, no sólo de Soñadores sino de toda la obra de ese gran maestro del cine, todavía se mantiene como una llama encendida en mitad de la noche. México, despierta para que sigas soñando y te apartes de las pesadillas.



