Los extremos son delicados. En ellos, la racionalidad pierde valor, las emociones toman control, el fundamentalismo derrota al pragmatismo, la calidad de la política y de los políticos se degrada, la inteligencia se convierte en defecto, la incompetencia se vuelve crónica, los acuerdos se vuelven imposibles, los problemas se quedan sin resolver y se puede ir al infierno.

En los escenarios polarizados, la ignorancia acaba siendo norma. Esto puede ocurrir en cualquier parte, a pesar de que haya paz y democracia.

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