Jesús Lezama

México vive una etapa política y social en donde hay una sola voz, una verdad única. Contrario a lo escrito por Octavio Paz -ilustre Nobel de Literatura- en el Laberinto de la Soledad, los mexicanos ya no “somos contemporáneos de todos los hombres”. Por ejemplo, los jóvenes que salieron a luchar en el movimiento de 1968 para materializar los valores jurídicos como la justicia, la libertad (en todas sus acepciones), la igualdad, la pluralidad, la dignidad, la legalidad o la paz, están, ahora, lejos de aquellos “reaccionarios”.

Desde el púlpito del poder, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador emerge todos los días de una cavidad subterránea y oficia con el pie. Como maestro del terror o catastrofismo, invoca el miedo y el error de los que le precedieron, para inculcar los cambios sociales y políticos, sabedor de que un buen número de mexicanos no han contado con verdaderas oportunidades para el aprendizaje básico o tener condiciones adecuadas para acceder a la cultura y la lectura.

Vamos “a la mitad del camino” y nos falta la otra mitad. La crítica, la apertura la tolerancia y el debate, por desgracia, están ausentes desde el silencio que, en ocasiones, provoca el miedo, el que paraliza a cualquier persona. La perpetuidad en el poder, durante el siglo XX, del PRI y los dos sexenios panistas, muestran que no hemos madurado bastante. Seguimos siendo mineros de nosotros mismos.

Eso que denominan “opinión pública”, es una opinión mediática creada por los medios y redes sociales, también por la educación. Un buen invento del que se aprovecha el régimen actual para evitar los criterios propios de una sociedad mediatizada y así restringir el abanico de posibilidades de pensar y repensar nuestra forma de vida. Las gentes exigen libertad de expresión, pero olvidan que es primordial la libertad de pensamiento. ¿La gente está loca?, no, la gente está manipulada.

López Obrador sabe que gobernar a base de miedo, es eficacísimo. Si él amenaza a la gente con que los va a degollar, y luego no los degüella, pero los explota, los engancha a un carro, ellos pensarán: bueno, al menos no nos ha degollado, como lo ejemplificaba -en otro tópico- el filosofo José Luis Sampedro en tierras ibéricas. 

Si creemos que el sistema está roto y perdido, entonces tendremos futuro. Fundamental que primero razonemos, luego creeremos lo que nos ha parecido bien de lo que razonamos. Del hambre de los mexicanos disponemos cada uno de nosotros (en mi hambre mando yo), no el dedo de un hombre, de una voz. Tenemos la obligación de indignarnos por lo que sucede mil veces más, porque López Obrador es incompatible con sus propias reglas.

La democracia está manoseada, pervertida y secuestrada. Es la realidad de hoy. Pero eso no será eterno. La sociedad nacional un día se dará cuenta de que los secuestradores son un simple y heterogéneo grupo de piratas sin alma, sin convicciones y sin valores. Y los piratas, solo reparten entre piratas.

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