Jesús Lezama

Cada que inicia un gobierno, nacen formas y modas políticas que los funcionarios del régimen implementan en la cosa pública. En casi todas las personas, dejar huella en la vida se convierte en un ideal, pero en los hombres que llegan al poder, por lo regular, eso se transforma en una obsesión. Y esclavos de esa obsesión, ellos se empecinan en que la sociedad debe creerles y seguirles ciegamente.

En el siglo XXI, la revolución tecnológica ha demostrado que, en efecto, todos estamos dentro de un mismo globo (globalizados). Por lo tanto, en muchos sentidos, tenemos que girar en una sola dirección. Caminamos y actuamos conforme al movimiento de rotación de la tierra, lo contrario sería ir contra natura.

Estas consideraciones permiten observar que en México las formas y modas políticas giran en sentido diferente a lo que sucede en gran parte del mundo. Acá ha surgido una nueva clase política: Los puritanos.

Los puritanos de la 4T han tejido discursos como “no somos iguales” o “nunca se había hecho nada como esto”.Quizá hay mucho de verdad, porque parecen ser peores, y el “no robar, no mentir y no traicionar” quieren convertirlo en mito, pero más bien parece baratija evangelizadora con el insuficiente fin de deslumbrar a millones de mexicanos. 

Los puritanos crecen. Ahora, desde los corruptos de élite hasta los carteristas del pasado quieren entrar en ese círculo. Sabedores de que deben hacer acto de contrición y genuflexión con los de arriba, buscan el perdón y la salvación de sus pecados, para seguir beneficiándose de los presupuestos públicos.

Pero ese puritanismo distópico es solo reflejo de que a los gobiernos de la transformación llegaron personas -con sus excepciones- incapaces de comprender a los demás, con actitudes monstruosas e invadidos por un resentimiento que se aparta de la realidad. 

Y hay algo más. Suelen hablar de transparencia y rendición de cuentas, pero esos atributos son los que más repudian en su interior. Tapan la realidad con mentiras y pisotean una vieja demanda de la democracia moderna: la de la exigencia de hacer más público lo público, como lo insistía Norberto Bobbio, el destacado filósofo y socialista liberal italiano.

Y para evitar cuestionamientos tienen la arenga como objetivo especifico para enardecer el ánimo de los asistentes en eventos como el AMLO Fest o las pistas de hielo instaladas en diferentes municipios de Veracruz.

Desde sus palacios, calumnian a sus adversarios y, a cualquiera que no esté con ellos lo tildan de neoliberal. Aprendieron que lo más fácil de lanzar, lo más fácil de aceptar y lo más rápido de extenderse en la sociedad es el agravio, ya que no hay nada tan veloz y eficaz como eso.

Pero lo que mayormente resalta en ellos es el resentimiento. Para el historiador Gregorio Marañón el resentimiento es incurable: “el resentido es siempre un fracasado, fracasado en relación con su ambición, el triunfo le debería curar. Pero, en la realidad, el triunfo, cuando llega, puede tranquilizar al resentido, pero no le cura jamás. Ocurre, por el contrario, muchas veces, que al triunfar, el resentido, lejos de curarse, empeora.”

Y de acuerdo con lo descrito por el científico español, en México hay cosas que no mejoran, empeoran. Por ejemplo, el triunfo de los puritanos es para ellos una consagración solemne de que estaba justificado su resentimiento, su lucha; y esta justificación aumenta la vieja acritud. Ésta es otra de las razones de la violencia vengativa de los resentidos cuando alcanzan el poder.

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Quizá merece la pena saber en qué dirección andamos o, cuando menos, por cuál calle se transita. Es necesario identificar a los puritanos que gobiernan al país, ya que jamás van a reconocer que van en sentido opuesto a la realidad. Los puritanos gestan, comienzan a hollar la vida del país, por lo tanto, hay un motivo grave para meditar.

Los nuevos tiempos no son para las lamentaciones, es indispensable que la sociedad organizada busque e implemente soluciones reales y pacificas, sí es que pretendemos un México mejor.

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