Jesús Lezama
La siguiente es una historia entre millones que suceden día con día en la Ciudad de México. Todo lo que aquí se relata fue real. Se refiere a la charla de un ciudadano que viaja a la capital de México desde la aldea. El relator conoce y se reconoce que forma parte de la tribu. No es chairo, no es fifí, es mexicano, lo tiene claro. He aquí lo sucedido:
Eran las 10:30 de la mañana. El paisano salía de un hotel en el sur de la ciudad. Visitaría el Instituto Nacional de Rehabilitación, ubicado en la Calzada México Xochimilco, delegación Tláhuac, para tratar un padecimiento. El hospital es público y consultan a los pacientes previo pago de 59 pesos (casi tres dólares).
El taxi turístico que abordó el provinciano era conducido por Orlando, un joven próximo a cumplir 47 años, según contó al pasajero. Durante el trayecto, ambos comenzaron a intercambiar opiniones sobre el tráfico de la ciudad, mientras iban ajustando la tarifa que permitiera trasladarse a varios puntos de la urbe. Eran agradables el sol, el aire y la temperatura de la gran metrópoli azteca.
El trayecto era largo y la conversación amena. Incluso el conductor del taxi comentó que a diario platica con unas diez personas, lo que significa que al mes debe escuchar unas 300 historias u opiniones “diferentes”. El universo de ideas o comentarios que experimentaba Orlando llamó la atención del turista, provocando que este lanzará varias preguntas, no sin antes subrayarle que quería saber su opinión de AMLO, ya que la capital del país supuestamente es un bastión electoral importante del presidente de la república. Sin chistar, el chofer accedió.
– ¿Votaste por AMLO?, preguntó el turista
– Sí, dijo en voz baja el hombre, que vestía pantalón azul marino y camisa azul cielo, cubierta por un chaleco.
– ¿Te gusta el gobierno de la transformación de Andrés Manuel López Obrador?
– No, no siento que transforme nada. Prometió mucho y no está haciendo nada, todo lo contrario. Dijo que iba a transformar las familias, pero ha de ser la de los ricos, a nosotros, como siempre, nada.
– ¿Participarás en la Revocación de Mandato?
– No, no voy a ir a perder mi tiempo en eso
– ¿Por qué dices “perder el tiempo”?
– Yo siento que no va a servir de nada, pongamos lo que pongamos. Si pierde le va a echar la culpa al INE. El señor no va a aceptar si pierde, por eso, mejor me quedo en casa, a hacer mejores cosas que ir a votar.
– ¿Estas enojado con la 4T?
– La verdad, no sé que es la 4T, pero no estoy enojado, no, estoy decepcionado.
– ¿Crees que AMLO manipula al pueblo en sus mañaneras y en lo que dice?
– Sí, siento que los periodistas que dejan entrar al Palacio, son unos ‘lamebotas’. La mayoría son preguntas acomodadas al estilo del organizador, para que el mandatario pueda contestar sin ningún problema y sin ninguna responsabilidad.
– ¿Si tuvieras la oportunidad de volver a votar, lo harías por AMLO?
– No, ¡ni madres!, dijo tajante, al momento en que apretó con sus manos el volante.
– ¿Por qué?
– Porque realmente es una desilusión; pensé que iba a ver un cambio, no lo hay. O bueno, si hay cambio, todos estamos en el camino de ser pobres. Los ricos no sufren ni les afecta nada de eso, por el contrario, siguen echando billetes a su morral, para después irlo a dejar a otros países y disfrutar de su dinero.
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De mirada penetrante y observando todo a su alrededor, Orlando tiene casi 15 años como chofer, antes trabajó como vendedor de una joyería, fue mensajero, garrotero, auxiliar de cocina en restaurantes y poco más. Nacido en El Ajusco, un macizo montañoso ubicado en el suroeste de la CDMX, antes de despedirse alcanzó a decir jocosamente: le invitó “¡Chicharrón de puerco y puerca!” o un “Ostión fresco del Ajusco”, recordando a Don Rigoletto, uno de los personajes más famosos del fallecido actor mexicano Héctor Suárez en la exitosa serie de televisión ¿Qué nos pasa?
Y sí, ¿Qué nos pasa?, porque el paisano se despidió, sin saber si fue albureado o despedido con cariño por el chofer del taxi, aunque esto era lo menos importante. Orlando dio ‘otros datos’, ‘otra realidad’, por cierto, distinta, muy distinta a los que engañan, traicionan y están robando toda esperanza del “pueblo sabio”. Pero esta pregunta, deberíamos hacérnosla en estos momentos todos los mexicanos.
En tanto, la ciudad se ve tapizada de espectaculares, mantas, bardas que dicen “AMLO no estás solo”.
Y no, AMLO no está solo, porque aún tiene el poder. Pero cuando el poder lo azote y arrumbe, serán sus propios datos los que le despertarán reconociendo (para sus adentros nada más), cuál fue el tamaño del engaño, y entonces, quizá entienda el tamaño del daño que le dejó al país.