Jesús Lezama

En México, como en diversas partes del mundo, existe una nueva forma de totalitarismo silencioso. Como que se instala una dictadura sigilosa para acabar con el pluralismo. Lo que se informa con claridad se tacha de amarillismo, se menosprecia, se ningunea. El puente entre la sociedad y los medios de comunicación -con sus excepciones- se mina sin prisa, pero sin pausa. Se miente sin conciencia, se simula y se busca ser invisible.

Los críticos del sistema de ayer son los serviles del programa de hoy. Lo hacen sin sonrojarse. Se van sumando al mismo esquema informativo. Deja de existir la libre opinión en los medios y las líneas editoriales se unifican. Se amoldan con facilidad al disimulo, al no pasa nada cuando está sucediendo todo. 

Antonio Machado decía: “lo otro no existe: tal es la fe racional, la incurable creencia de la razón humana. Identidad = realidad, como si, a fin de cuentas, todo hubiera de ser, absoluta y necesariamente, uno y lo mismo. Pero lo otro no se deja eliminar; subsiste, persiste; es el hueso duro de roer en que la razón se deja los dientes.”

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Si bien el encuentro de la realidad trastorna a la simulación -aunque está última sea una actividad habitual- se expresa de tantos modos como personajes se fingen. No obstante, esto abre, con mayor facilidad, la puerta a la mentira, que inoculada en nuestro ser se convierte en el fondo último de nuestra personalidad. Ahí es cuando el cinismo se cultiva y se adentra en nuestro yo interno, pierde disimulo, incendia nuestra conciencia y todo se comienza a ver normal, aunque contraste a la realidad.

“El mexicano excede en el disimulo de sus pasiones y de sí mismo. Temeroso de la mirada ajena, se contrae, se reduce, se vuelve sombra y fantasma, eco. No camina, se desliza; no propone, insinúa; no replica, rezonga; no se queja; sonríe; hasta cuando canta – si no estalla y se abre el pecho – lo hace entre dientes y a media voz…Cuando pide disculpas, la gente del campo suele decir: ‘Disimule usted Señor’. Y disimulamos. Nos disimulamos con tal ahínco que casi no existimos… El mexicano tiene tanto horror a las apariencias, como amor le profesan sus demagogos y dirigentes”, escribió Octavio Paz.

La infinita realidad de México debe romper el disimulo. Si se pisotean las leyes, sufre la libertad política, se priva a los ciudadanos de su amparo, y se hace muy difícil que no termine por desplomarse la democracia misma. 

Las libertades yacen por el suelo con el vientre vacío, y no sabemos dónde, el futuro nacerá. Ese germen lo podemos derramar el próximo domingo 6 de junio con un voto razonado, no amordazado; así frenaríamos la traición y la mentira, esas que siguen robando la esperanza de los mexicanos.

En la nación todavía hay mucha tierra para sembrar la semilla nueva.

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