El diputado local por el PT, Ramón Díaz Ávila, pretende que las peleas de gallos queden excluidas de la prohibición para su realización, bajo el argumento de que son parte de la identidad en los mexicanos y se debe respetar el derecho a la libertad de trabajo, libre disposición de la propiedad y la conservación y preservación de tradiciones.

A pesar de la oposición de grupos animalistas por considerar un acto de tortura esta actividad, el diputado presentó una iniciativa para reformar la Ley de Protección a los Animales del estado para excluir a las peleas de gallos de la de la prohibición.

“El bienestar de los animales es un compromiso que todos debemos asumir y evitar su maltrato. Pero también es cierto que debemos respetar el derecho a la libertad de trabajo, libre disposición de la propiedad y la conservación y preservación de tradiciones. Las peleas de gallos en ferias y palenques son parte de la identidad en los mexicanos, por lo que muchos de estos encuentros se dan en diferentes estados del país donde no existe prohibición para ello”.

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Afirma que las peleas generan 500 mil empleos en Veracruz, directos e indirectos, y que quienes son mayormente beneficiados son los criadores de aves de combate; pastores, organizaciones de jueces; soltadores; médicos veterinarios; empresas de fabricación de alimentos, navajas, hilo, jaulas; laboratorios especializados en medicamentos, vacunas y vitaminas para el ave de combate; sector hotelero y restaurantero; palenques; artistas y personal administrativo, entre otros.

“El Estado de Veracruz es el primer productor de Aves de Combate en el país y cuya estimación oscila en la producción de un millón y medio de estas aves. Se calcula que de forma extemporánea legalmente, se registran más de 100 mil peleas de gallos por temporada, lo que requiere más de 200 mil gallos para esos combates. Estas actividades generan una fuerte derrama económica en las regiones donde se celebran estos encuentros”, se lee en su iniciativa.

Incluso, señala que por la “naturaleza”del gallo de pelea, su “genética”, linaje e “instinto agresivo y territorial”, no debe considerarse como animales domesticados que puedan estar en peligro de extinción, “ya que es el modus vivendi de quienes se dedican a la crianza y cuidado de estas aves, y que en muchos casos vienen de generaciones o herencias familiares que se han dedicado a preservar esa tradición”.

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