La gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle García, enfrenta su peor nivel de aprobación desde que inició su administración. De acuerdo con el ranking de octubre elaborado por la encuestadora Mitofsky, la mandataria descendió al último lugar nacional, ocupando la posición 32 del listado que ordena a los gobernadores de mayor a menor evaluación.
El reporte muestra que Nahle cayó respecto a septiembre y registra hoy una aprobación de apenas 41.7 por ciento. Analistas consultados explican que el desplome es clara: la deficiente gestión de crisis tras las severas inundaciones que afectaron a la zona norte del estado.
En la evaluación específica de mandatarias mujeres, Nahle también se ubicó al final del ranking, en el puesto 13 de 13. Del otro lado del espectro, la mejor evaluada fue la gobernadora de Quintana Roo, Mara Lezama, quien se mantuvo en el primer sitio.
Los especialistas de Mitofsky señalaron que, en el caso veracruzano, la respuesta institucional no fue oportuna. A Nahle se le cuestionó haber minimizado la magnitud del desbordamiento, ofrecer datos inconsistentes y no activar con anticipación medidas preventivas como desazolve, mantenimiento de cauces y puentes, ni planes de evacuación. Según testimonios de afectados, las acciones llegaron tarde y mal.

En contraste, la presencia de la Presidenta Claudia Sheinbaum en la zona siniestrada -donde escuchó reclamos e instruyó atender de inmediato a la población- evidenció aún más las carencias en la operación estatal. Los retrasos en los apoyos, las comunidades incomunicadas y las denuncias de bloqueos por parte de militares a caravanas ciudadanas “por seguridad”, sin una explicación clara, incrementaron la inconformidad. A ello se sumaron críticas sobre el uso político de centros de acopio y la distribución de despensas.
La emergencia dejó un saldo devastador: 37 personas fallecidas, seis desaparecidas, 74 municipios afectados y daños directos para 204 mil habitantes en 431 localidades.
Con estos números, Veracruz enfrenta una tragedia que difícilmente se olvida. Pero si algo quedó claro es que, mientras el agua arrastró puentes, casas y cultivos, la aprobación de la gobernadora también terminó bajo el nivel del mar. Y, por lo visto, ese sí es un desastre del que no se prevé brigada de rescate alguna.










