La autoridad política debe garantizar la vida ordenada y recta de la comunidad sin suplantar la libre actividad de las personas y de los grupos, sino disciplinándola y orientándola hacia la realización del bien común, respetando y tutelando la independencia de los sujetos individuales y sociales”, señala en su comunicado la Arquidiócesis de Xalapa.

He aquí el comunicado dominical:

La Catolicidad celebra el 29 septiembre a los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael; al Arcángel Miguel se le considera como protector de la Iglesia y abogado del Pueblo de Dios. San Miguel bendiga a nuestra patria mexicana para que todos seamos responsables de cuidar la vida democrática y las instituciones del Estado Mexicano.

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Una nación o gobierno sin la fuerza del reconocimiento de la dignidad de la persona, el deseo de la justicia y la paz social, y   la permanente búsqueda del bien común puede degenerar en una entidad caracterizada por el rechazo de los más necesitados, por la intolerancia a los grupos que piensan distinto de los que tienen el poder y por la mentira para conseguir los intereses personales. Por estos peligros constantes de la vida política antes mencionados, es necesaria una autoridad política que de verdad sea un componente positivo e insustituible de la convivencia civil. La esperanza de una verdadera autoridad política para unir a todos los ciudadanos en un proyecto de unidad nacional y desarrollo integral debe ser alimentada con la participación responsable de todos los ciudadanos, a pesar de las adversidades que estamos enfrentando en todo México.

La vida social y política del País enfrenta grandes y diversos desafíos, pero ello no debe anular ni borrar la esperanza de tener buenos políticos que impulsen la participación responsable de todos para el bien y la paz social. La Doctrina Social de la Iglesia presenta con suficiente claridad los rasgos ideales de los gobernantes que debemos esperar en aquellos que tiene la responsabilidad de dirigir los destinos de la nación mexicana: “La autoridad política debe garantizar la vida ordenada y recta de la comunidad, sin suplantar la libre actividad de las personas y de los grupos, sino disciplinándola y orientándola hacia la realización del bien común, respetando y tutelando la independencia de los sujetos individuales y sociales” (Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, número 394). La esperanza de una vida democrática nunca muere si todos actuamos diaria y responsablemente por el bien de México.

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