En su primera comparecencia ante el Congreso local, el titular de la Secretaría de Salud de Veracruz, Valentín Herrera Alarcón presentó un amplio listado de acciones y números que, aunque buscan proyectar eficiencia y cobertura, contrastan con los reportes ciudadanos cotidianos: falta de medicamentos en centros de salud, carencia de personal en zonas rurales, hospitales saturados y un sistema que continúa operando con infraestructura rezagada.

Herrera Alarcón destacó más de 17 millones de medicamentos distribuidos por las llamadas “Camionetitas de la Salud”, modelo promovido por la gobernadora Rocío Nahle y recientemente replicado a nivel nacional. Sin embargo, la propia red hospitalaria reporta intermitencias en el surtimiento, demoras en la reposición y ausencia de listas públicas que permitan verificar el supuesto abasto sostenido. El programa, presentado como innovador, enfrenta críticas por su carácter centralizado, su falta de indicadores verificables y la ausencia de auditorías externas.

Otro de los ejes presumidos fue la atención materna y perinatal, con más de 258 mil apoyos otorgados. No obstante, colectivos de médicos y organizaciones civiles subrayan que la mortalidad materna no se reduce únicamente con consultas prenatales, sino mediante disponibilidad permanente de gineco-obstetras, quirófanos funcionales y ambulancias equipadas; tres factores que continúan siendo insuficientes en municipios serranos y zonas de alta marginación.

En cuanto a vacunación, el informe señala la aplicación de más de dos millones de dosis. Aun así, especialistas han advertido que Veracruz mantiene brechas de cobertura en esquemas infantiles, particularmente en VPH y sarampión, debido a la irregularidad en los calendarios de suministro nacional y a la falta de brigadas permanentes en localidades de difícil acceso.

Uno de los temas más relevantes fue la vigilancia de enfermedades transmitidas por vector. Aunque la Secretaría contabilizó más de 2.6 millones de acciones contra el dengue, Veracruz cerró el 2024 entre los estados con mayor número de casos y defunciones, según datos federales. La dependencia insiste en que las campañas se intensificaron, pero no presentó evidencia sobre impacto real, reducción de criaderos o efectividad de las nebulizaciones.

La comparecencia también incluyó cifras sobre detecciones de enfermedades crónicas, trasplantes, consultas hospitalarias y atención de violencia contra las mujeres. Sin embargo, faltaron indicadores comparativos que permitieran entender si los números representan avances respecto a años anteriores o solo acumulados sin evaluación técnica. Tampoco se ofreció información sobre presupuesto ejercido, licitaciones de insumos, ni resultados de auditorías internas.

Un punto que genera controversia es la centralización operativa bajo IMSS-Bienestar, especialmente por el cambio en responsabilidades presupuestales y la transición administrativa en unidades médicas. El informe presume más de 2.3 millones de consultas brindadas bajo ese esquema, pero sigue sin aclararse la situación laboral del personal, la homologación salarial y la cobertura de plazas pendientes.

En síntesis, el discurso oficial plantea un sistema en consolidación, con esfuerzos de prevención, infraestructura móvil y ampliación de servicios. Sin embargo, la realidad en territorio -testimonios de pacientes, reportes de organizaciones y visitas a unidades médicas- evidencia un panorama aún lejos de la “cobertura universal” que se anuncia: falta de medicamentos en temporadas críticas, unidades sin médicos todos los días, equipos descompuestos, y comunidades donde las brigadas llegan esporádicamente.

El reto para la Secretaría de Salud no es solo anunciar cifras, sino demostrar resultados verificables, transparentar el desempeño de programas como las Camionetitas de la Salud, reducir la fragmentación interinstitucional y garantizar que los avances lleguen a quienes viven más lejos del discurso oficial: las y los veracruzanos que siguen esperando atención médica oportuna.

Por último, en su recorrido más reciente, las Camionetitas de la Salud ofrecieron otra clase magistral de resiliencia mecánica: avanzaron lo suficiente para la foto oficial, comenzaron a toser en el primer tramo, y finalmente se rindieron a mitad del camino, como si entendieran perfectamente el estado del sistema que representan. 

Aun así, desde la tribuna de la comparecencia se celebró su “operación permanente”, quizá porque en un ecosistema tan deteriorado cualquier objeto que prenda, avance y se apague —en ese orden o en cualquier otro— ya califica como éxito. Al final, entre el humo del motor, los aplausos automáticos y el ir y venir de declaraciones triunfalistas, queda una certeza incómoda: si estas camionetas son la metáfora de la salud pública en Veracruz, el diagnóstico no requiere especialista, solo un poco de honestidad y un extintor cerca.

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