A un año de haber iniciado su administración, el gobierno de Rocío Nahle García no puede esquivar una realidad incómoda: la violencia contra las mujeres no sólo persiste, sino se agrava. La narrativa oficial de transformación es una vacilada, Veracruz cerrará este primer tramo de gobierno con un aumento en los feminicidios, pasando de 60 en el último año de Cuitláhuac García Jiménez a 67 en el actual. Siete mujeres más asesinadas que evidencian que el cambio prometido no llegó.

Las cifras del Observatorio Universitario de Violencia contra las Mujeres de la Universidad Veracruzana desnudan una problemática estructural. 709 mujeres desaparecidas en un solo año. No se trata de datos fríos, sino de historias truncadas, familias rotas y una incapacidad institucional para contener un fenómeno que crece desde 2021, con los gobiernos de Morena, sin que exista una estrategia eficaz de prevención.

El caso de Coatzacoalcos resulta particularmente alarmante. El municipio se coloca como el más letal para las mujeres, reflejo de un abandono histórico en materia de seguridad y de una política pública que reacciona tarde y mal. Porque, como advierte la coordinadora del OUVM, Estela Casados González, las desapariciones se atienden cuando ocurrieron, pero no se previenen. Y ahí está el núcleo del fracaso.

Pretender analizar el feminicidio como un hecho aislado es una comodidad peligrosa. La violencia feminicida está íntimamente ligada a la desaparición, a la impunidad y a la debilidad del Estado. Los picos registrados en enero, febrero y julio, en desapariciones, y en marzo, junio, septiembre y en noviembre, en feminicidios, muestran patrones claros que debieron ser atendidos. No lo hicieron.

Más grave aún. Veracruz ocupa el tercer lugar nacional en homicidios dolosos. Un dato que, por sí solo, desmonta cualquier intento de minimizar la crisis de seguridad. En ese contexto, las mujeres siguen siendo las más vulnerables.

La llamada Cuarta Transformación prometió poner en el centro a las víctimas, pero en Veracruz las cifras cuentan otra historia. Acá se insiste en avances, pero la realidad sigue cobrando vidas. Y cada feminicidio que no se previene es una responsabilidad directa del gobierno en turno.

Gobernar también es prevención. Y en Veracruz, con Rocío Nahle al frente, esa sigue siendo una asignatura reprobada.

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