Se ha difundido profusamente que Verónica Hernández Giadáns, la Fiscal de Veracruz impuesta de forma pandilleril en el gobierno de Cuitláhuac García, ha dimitido a su cargo.

Hasta el momento no hay confirmación del “trascendido” o “borrego”. La vocería de la Fiscalía de Veracruz aplicó la política del avestruz, escondió la cabeza. Lo cierto es que la “fiscal carnala del cuitlahuismo” no ha dado soluciones a las demandas que exige su encargo.

Hernández Giadáns ha demostrado ser proclive a la “obediencia perfecta”. Nunca entendió que un político es un pastor y, a la vez, borrego. Por un lado, tiene que liderar, proponiendo soluciones a los retos colectivos. Por otro, debe escuchar, adaptándose a las demandas.

El placer del poder se agotó para la fiscal de Veracruz y quien llegue a sustituirla, no sólo tendrá la bendición política de la gobernadora Rocío Nahle y la aprobación de los legisladores locales, sino que deberá mostrar que no arriba a esa institución con deseos de venganza y con desaseos administrativos, como algunos interesados planean.

No hay prisa por saber si Verónica Hernández renunció a la FGE, finalmente, ¿para qué vamos a adivinar, lo que vamos a saber?. Lo que si se percibe es la prisa y ambición por asaltar la institución.

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