A nivel mundial las conductas suicidas constituyen ya un problema de salud pública, y las tendencias de intento de suicidio y de suicidio consumado se incrementan de manera alarmante entre la población adolescente de 15 a 19 años, aunque se han detectado intentos de suicidio a partir de los 10 años de edad, alertó Catalina González Forteza, psicóloga social experta en ciencias de la conducta.

La investigadora, quien se encuentra adscrita al Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz”, participó en el Sexto Coloquio del Doctorado en Psicología que ofrece el Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIP) de la Universidad Veracruzana (UV), en donde ofreció la conferencia “Un acercamiento a la depresión, la ideación y el intento suicida en adolescentes”.

En su disertación, González Forteza consideró que es el área médica, con sus diferentes disciplinas, la principal encargada de la atención al problema del suicidio; sin embargo, señaló que también deben involucrarse otras áreas “porque la prevención debe estar presente en los puentes peatonales y de tránsito vehicular, en las partes altas de edificios, en el metro y en otros tantos lugares en los que las personas pueden atentar contra su vida, por ello se deben dar condiciones de seguridad, y en eso deben de trabajar otras esferas”.

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Dijo que algunas investigaciones han encontrado que las tendencias suicidas se están incrementando en la población adolescente, en el rango comprendido entre los 15 y 19 años; no obstante, se ha encontrado también que niños a partir de los 10 años de edad ya empiezan a mostrar esta tendencia.

“Es decir, si antes eran los adultos mayores, luego cobraron importancia los adolescentes de 19 a 24 años, y ahora se abre el abanico a edades más tempranas, a partir de los 10 años, pero también se está ampliando a los 30 años, que son los adultos jóvenes.”

Explicó que el intento de suicidio es el factor de riesgo individual más fuertemente asociado al suicidio consumado; “la conducta suicida se aprende, no se nace con ella, se pone en práctica ante condiciones percibidas de desesperación que pueden ser desde un ámbito real en el que influyen la pobreza, los factores económicos, violencias o problemas de depresión que pueden derivar decidir quitarse la vida”.

Propuso que quienes sospechen que algún familiar pueda estar en riesgo, se mantengan vigilantes de los siguientes aspectos: cuando refieren lo bueno que sería su propia muerte, si empiezan a repartir propiedades, cambian hábitos alimenticios, estados de humor o de conducta, o vierten elogios a la muerte.

Recomendó tomar siempre en cuenta la sospecha, por mínima que sea, y acompañar siempre a la persona en riesgo, no juzgarla y brindarle comprensión a lo que dice sentir, sea real o no, retirar los elementos de riesgo como tenedores, cuchillos, espejos y demás, y lo que es de vital importancia, buscar ayuda profesional.

El coloquio se desarrolló en el auditorio de la dirección General de Investigaciones. En el primer día de actividades estuvieron presentes Erika Ortega Herrera y Adriana Rodríguez Barraza, coordinadoras del coctorado y del coloquio, respectivamente.

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