Desde hace varios meses, el diputado Juan Javier Gómez Cazarín no deja de promoverse para ocupar la súper delegación del Bienestar en Veracruz, usando a sus amanuenses de bacín o recurriendo a las redes sociales para hacer creer que es un eficiente operador político y activista de la cuatroté.

El morenista Gómez Cazarín -algunos lo tildan de Tazarín por su presunta afición al moche- ha sido el amo y señor de Congreso de Veracruz en los últimos seis años, desde donde ha cocinado jugosos negocios al amparo del poder y valiéndose de la imbécil capacidad de Cuitláhuac García, quien nunca cayó en la cuenta de que ha sido el gobernador del estado.

Durante este tiempo, Juan Javier se ha vendido como el máximo factor negociador de asuntos políticos de alto nivel, tanto con Cuitláhuac García como con la gobernadora electa Rocío Nahle. Sin embargo, son varios los casos operados por este señor que, por desgracia para Veracruz, no terminan bien y dejan malolientes repercusiones entre las partes involucradas.

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A Gómez Cazarín le gusta moverse en el filo de la navaja y es afecto a la inobservancia de la Ley. Aunque pudiera no tener toda la confianza y respaldo de los altos mandos del país y del estado, él presume entre sus allegados la amistad con las mujeres del poder y que “le deben mucho”.

En caso de que Juan Javier Gómez Cazarín llegará a ocupar la Delegación del Bienestar en Veracruz, deberá ser vigilado por gentes de toda la confianza de la gobernadora electa Rocío Nahle y, desde luego, por los altos mandos de la Secretaría del Bienestar, antes de que se convierta en un problema para la gobernabilidad en el estado y en una de las principales fuentes de corrupción gubernamental.

La pequeñez de Juan Javier Gómez Cazarín es sinónimo de que sigue sosteniéndose con alfileres chuecos y oxidados, además de que su paso por el Congreso de Veracruz se caracterizó por la incompetencia, la opacidad y la omisión política, legal y administrativa en ese poder.

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