El gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García demuestra que nunca ha sido un hombre de Estado y que su gobierno no representó ninguna transformación positiva para la sociedad veracruzana -para sus familiares, amigos e incondicionales si-, debido a su ineptitud política y administrativa e insensibilidad ante las desgracias. 

Se afirma lo anterior por el infortunio que viven miles de veracruzanos afectados por las lluvias de la tormenta tropical Nadine, donde también hay más de tres mil viviendas dañadas. A eso lugares no llega la esperanza, mucho menos el cobijo presencial de Cuitláhuac García, quien alejado del pueblo está apoltronado en la comodidad de su oficina.

A estas alturas, las actitudes de Cuitláhuac ya no sorprenden a la sociedad veracruzana. Un gobernante que nunca tuvo la cercanía con el pueblo ni con los problemas de la gente. Cuando hacía apariciones públicas, en algún centro comercial o restaurante, sorprendía porque casi nadie buscaba un saludo o contactarlo. En los eventos oficiales solo se rodeaba de zalameros e incondicionales.

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Si bien es cierto, que los últimos tres antecesores de García Jiménez -Fidel Herrera, Javier Duarte y Miguel Ángel Yunes- dañaron a los veracruzanos con desatinos políticos y económicos, principalmente, ninguno de ellos dejó de estar cerca de los problemas de la gente, sobre todo cuando se presentaron fenómenos meteorológicos que afectaron vidas y el patrimonio de los ciudadanos.

El sello cuitlahuista han sido los tequios, o loquios, que organizan para la foto, el chapeo de áreas verdes, el maquillaje de catrinas, los festivales de salsa o la práctica de danza para Xantolo porque ahí si están “Unidos Todos” para la fiesta, la siesta, y la distracción.

Así que la frase juarista de que ¡con el pueblo todo, sin el pueblo nada!, no dejan de ser palabras, palabras, palabras. 

La gente necesita ayuda del gobierno, no fotos en redes sociales de los “simuladores”. Cuitláhuac García refrenda con sus acciones que no representa nada.

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