Por Hipólito Reyes Larios, Arzobispo de Xalapa

El Nacimiento de Juan Bautista. En este día, Domingo 24 de junio de 2018, celebramos la Natividad de San Juan Bautista en la liturgia de la Iglesia Católica. De todos los demás santos, la Iglesia sólo celebra el día de su muerte, de su entrada y nacimiento a la vida eterna, mientras que de Juan Bautista celebra también su nacimiento en esta tierra, porque Dios lo llamó desde el seno materno para ser profeta y precursor de su Hijo Jesucristo. Sin embargo, por la importancia singular del Bautista, la liturgia celebra también su martirio el día 29 de agosto. El pasaje evangélico de hoy es de San Lucas (1, 57-66.80) el cual relata el nacimiento, la circuncisión, la imposición del nombre y la presentación de Juan a la familia, a la vecindad y a todo Israel, aunque omite el Cántico de Zacarías más conocido como el “Benedictus”. La primera parte del relato dice: “Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella”. No es por medio del Ángel Gabriel que Zacarías e Isabel se enteraron de que el nacimiento de su hijo sería obra de Dios, como en el caso de la Virgen María, sino que llegan a comprender el nacimiento milagroso de Juan a través del amor de Dios y de los detalles que le rodean. En la Biblia, la omnipotencia de Dios se revela de un modo especial en su gran misericordia.

La circuncisión y el nombre. El relato de Lucas continúa así: “A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles: ‘No. Su nombre será Juan’. Ellos le decían: ‘Pero ninguno de tus parientes se llama así’. Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño: Él pidió una tablilla y escribió: ‘Juan es su nombre’. Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios”. La circuncisión consistía en cortar el prepucio del miembro viril del niño y se hacía el octavo día después de su nacimiento. Era el rito por el que un judío se incorporaba al pueblo de Israel. En la época de Jesús se ponía el nombre al niño el día de la circuncisión. Dar a un niño el nombre de su padre era una costumbre tardía en Israel. Lo más frecuente era ponerle el nombre del abuelo. Tal vez por la avanzada edad de Zacarías querían llamar al niño igual que su padre. Pero su madre insiste en llamarlo Juan, a pesar de las objeciones de los presentes. Al fin interviene Zacarías y el niño recibe el nombre simbólico de Juan, es decir, “Yahvé salva”. El pasaje evangélico continúa así: “Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos, y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: ‘¿Qué va a ser de este niño?’ Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él”. El temor que invadió a todos es el reconocimiento de estar ante una intervención especial de Dios, ante un ‘Kairós’ o tiempo de salvación. La pregunta sobre el destino del niño prepara al lector para los relatos siguientes que han de reflexionar los discípulos de Jesús.

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Desarrollo físico y espiritual. El relato concluye de esta manera: “El niño se iba desarrollando físicamente y su espíritu se iba fortaleciendo, y vivió en el desierto hasta el día en que se dio a conocer al pueblo de Israel”. Lucas cierra la escena con un sumario o estribillo parecido a los que usa con la niñez de Jesús. Haciendo honor a su nombre, el niño iba acogiendo y ejercitando la gracia especial que Dios le había concedido. La fidelidad a la gracia de Dios es la mejor manera de responder a la propia vocación y misión. San Lucas acaba situando a Juan en el desierto, donde iniciará su ministerio profético dirigido a todo Israel. En resumen, el inicio y el futuro de Juan el Bautista están marcados por la presencia de la mano de Dios. Juan es un excelente testimonio de humildad porque aceptó su misión de Precursor, y un testimonio de valentía por confrontar al Tetrarca Herodes ante la inmoralidad de su vida conyugal.

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