En pleno diciembre, la gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle, soltó una frase que retumbó más que cualquier posada: “quien no pueda o no quiera, pues ni modo”. Breve, pero suficiente para desatar especulaciones dentro y fuera del Palacio.

Las miradas apuntaron de inmediato a dos secretarios: Valentín Herrera Alarcón, de Salud, y Ernesto Pérez Astorga, de Desarrollo Económico. Ambos, según versiones internas, habrían pedido su salida desde hace meses. Y uno y otro habrían sido retenidos para no abrir el capítulo de “gabinete en crisis” en pleno arranque. También se afirma que en mandos medios podrían salir por montones.

Para algunos, Nahle busca sostener áreas sensibles mientras termina de ajustar su equipo. Para otros, la frase anticipa una limpieza mayor: una reconfiguración que permitiría acomodar a varios alcaldes veracruzanos que están por cerrar su administración y buscan aterrizaje político seguro.

En cualquier caso, el mensaje se entendió sin subtítulos: en este gabinete no hay espacio para dudas ni fatiga. “Quien no pueda o no quiera, pues ni modo.”

Diciembre llegó con ultimátums. Mientras unos revisan si todavía “pueden” y otros si realmente “quieren”, el espíritu navideño en Palacio se resume en una regla simple: en política, el que se distrae pierde y el que renuncia, ni modo. Las puertas están abiertas para entrar con nombramiento y para salir sin hacer ruido.

La línea quedó fijada. Y si viene limpieza, será sin villancicos, sin abrazos y sin recalentado. En Veracruz, diciembre no solo trae tamales: podría traer relevos.

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