El escándalo de la afiliación al Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) del senador expanista Miguel Ángel Yunes Márquez, lejos de que represente comentarios y divisiones encontradas, por el pasado y presente del personaje, preocupa a todas aquellas personas que desean lo mejor para Veracruz.

Nadie, medianamente informado, podría negar que el legislador veracruzano, miembro de una familia acostumbrada a la bulla, fue uno de los principales denostadores de Morena y de su fundador Andrés Manuel López Obrador, así como de la actual gobernadora del estado.

Tampoco podría ocultarse el oscuro manejo político-administrativo que tanto él como su padre, el exgobernador Miguel A. Yunes Linares, tuvieron en los cargos públicos disfrutados. Sus acciones han sido notorias, por lo tanto, no ameritan más pruebas, sino que se actúe en consecuencia en las instancia legales.

Sin embargo, asombra la actitud que ha tomado la primera gobernadora de Veracruz Rocío Nahle en relación con este asunto. Pero vayamos por partes.

Rocío Nahle ganó la elección de gobernador con más de dos millones cien mil votos, “haiga sido, como haiga sido”. Lejos de las “impugnaciones” de sus opositores, Veracruz respetó la determinación de todas las autoridades que calificaron y revisaron la elección y ella se convirtió en la primera gobernadora de Veracruz.

Una vez más la esperanza de los veracruzanos se activó con el arribo de Nahle García al Palacio de Gobierno de la capital veracruzana. Las cosas iban caminando a buen ritmo, no se sabe aún si con buen rumbo, los primeros 80 días de su administración, hasta que se vuelven a aparecer los Yunes del Estero.

A partir de ese momento muchos veracruzanos vieron otra faceta de la señora gobernadora. Al parecer despertó la pasión del resentimiento. Hizo a un lado su promesa de que gobernaría para todos los habitantes del estado y se convirtió en férrea defensora de su partido para exigir que el miembro de “El Clan Yunes del Estero” no sea admitido en el movimiento del cual ella es fundadora.

La ingeniera Nahle podría reflexionar que “Somos, sin saberlo, instrumento ciego del juego contradictorio del destino”, como evocaba el humanista español Gregorio Marañón. Que no hace falta hacer una devastación narrativa ni demostrar, con actitudes y hechos, que en su alma anidan odios y resentimientos que hoy no sólo afectan a ella, sino al porvenir y bienestar de los veracruzanos.

En Veracruz hay muchas personas comprometidas y animadas para que las cosas se hagan y transformen positivamente. Rocío Nahle pudiera ser una gran gobernante, sí se aparta de las pasiones que estallan arbitrariamente en su conducta.

Por ello vale recordar lo que alguna vez el maestro Jorge Luis Borges expresó: “Yo no hablo de perdones ni venganza. Lo mío es más simple: las personas que me lastiman dejan de existir para mí. No me ocupo más de ellas. ‘El olvido es la única venganza y el único perdón.”

Por amor a Veracruz, que así sea.

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