El reciente arribo de Lisbeth Aurelia Jiménez Aguirre a la Fiscalía General del Estado comenzó a reflejarse con movimientos naturales en la estructura central del organismo. Era previsible, todo relevo en la titularidad de una institución tan estratégica exige ajustes que fortalezcan la operación y devuelvan ritmo a las áreas sustantivas.
Lejos de improvisaciones, Jiménez Aguirre optó por perfiles con trayectoria sólida y experiencia comprobada en la procuración de justicia. En la Oficialía Mayor colocó a Sthy Benns Baizabal López, un cuadro con conocimiento técnico de los procesos internos. En la Visitaduría General designó a Ezequiel Castañeda Nevarez, figura reconocida por su disciplina jurídica. Y en la Fiscalía de Investigaciones Ministeriales llegó Wuilebaldo Maciel Mercado, operador con oficio en tareas sensibles.
Los cambios hablan de una apuesta por la profesionalización y por el blindaje institucional. La nueva fiscalía comienza a tomar forma con una línea clara: ordenar la casa, apuntalar las áreas estratégicas y avanzar hacia un modelo de trabajo más eficaz.
En tiempos donde la procuración de justicia demanda resultados y claridad de rumbo, estos nombramientos envían una señal alentadora. La FGE inicia una etapa en la que la experiencia no sólo suma, sino que se vuelve requisito.










