- Cuando el discurso de transparencia choca con las contradicciones de la gestión, Veracruz asoma un nuevo rostro del poder: impositivo, poco transparente y bajo una vorágine de promesas incumplidas.
Desde que tomó protesta el 1 de diciembre de 2024 como actual gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle García ha insistentemente hablado de “orden,” “servicio al pueblo” y “combate a la corrupción”. Sin embargo, los primeros meses de su administración dejan visibles grietas: decisiones polémicas, contradicciones públicas y la impresión de un poder que se impone más que se abre al escrutinio ciudadano.
Las promesas de buen gobierno vs. las primeras señales de alarma
En su arranque, Nahle se presentó como una mandataria de “cercanía con la gente” y de “ocho ejes prioritarios” para el desarrollo estatal: educación, salud, infraestructura, derechos humanos, seguridad, orden financiero, entre otros.
Anunció la eliminación del cobro en la caseta de Coatzacoalcos y la digitalización de trámites como “medida anticorrupción”.
Pero mientras promete orden financiero, comunidades reportan rezago en caminos, alertas de protección civil que no operaron adecuadamente, y una gobernadora que responde con reproches ante cuestionamientos. Por ejemplo: en medio de una crisis por inundaciones, calificó de “carroñeros” a quienes hacían preguntas incómodas.
Puntos críticos que evidencian prepotencia y desorden administrativo
1. Contradicciones institucionales
En julio de 2025, la gobernadora afirmó que una taxista secuestrada murió de “infarto provocado por violencia”, cuando la Fiscalía estatal confirmó posteriormente que fue víctima de tortura.
Esta divergencia deja dudas sobre la transparencia de la administración frente al crimen y la inseguridad.
2. Rechazo al escrutinio y trato adusto a medios / sociedad
En situaciones de emergencia, en vez de asumir responsabilidad abierta, la actitud ha sido defensiva, agresiva ante cuestionamientos. Lo que debería ser diálogo se torna admonición.
Más que explicar estrategias, la respuesta ha sido “no me interrumpan”, o “Veracruz no es carne para la carroña”. Esto minora el espacio de rendición de cuentas.
3. Gobernabilidad simbólica vs. resultados reales
La aprobación pública le favoreció en enero de 2025, con menos de dos meses en el gobierno: cerca del 69 % de los veracruzanos decían tener confianza en ella pero seis meses después las encuestas nacionales la colocaron en los últimos tres lugares de los gobernadores de México. El comportamiento, las actitudes y las poses negativas de Nahle García genera una antipatía generalizada.
Pero la aceptación popular no sustituye la necesidad de que el aparato gubernamental funcione: la conexión entre infraestructura prometida, servicios, seguridad real y transparencia aún es tenue.
4. Resistencia al cambio real en el gabinete / estructuras de poder
Pese al discurso de transformación, la gobernadora descarta cambios en su gabinete: “tengo un gabinete de primera… no va a haber ningún cambio”.
El empecinamiento de Rocío Nahle en sus decisiones como gobernante y los graves señalamientos de corrupción que pesan sobre ella y algunos miembros de su familia descolocan y sacan de sus casillas a la “primera gobernadora de Veracruz”.
Esto genera la impresión de un gabinete cerrado al escrutinio y a la renovación, lo cual va en contra de la narrativa de “nuevo estilo de gobernar”.
En la sociedad veracruzana comienzan a crecer los comentarios negativos sobre su gobierno:
“Nahle no tiene secretarios, subsecretarios, directores, tiene mozos, mandaderos y súbditos; es lo que le gusta y disfruta”
“Es tan grande el odio y resentimiento de Nahle, por lo que vivió desde su juventud, que los deseos de venganza corren por su sangre todos los días”
¿Qué implica para Veracruz?
Para la ciudadanía: Las palabras de servicio y transparencia se quedan cortas frente a la experiencia práctica de comunidades que aún sufren rezago en infraestructura, respuestas poco claras y una gobernadora que trata más al público como audiencia que como interlocutor.
Para la democracia local: Un gobierno que no tolera preguntas incómodas ni apertura para rendición de cuentas —en medio de crisis que involucran vida, muerte, desplazamiento— erosiona la confianza institucional.
Para la gobernabilidad: Las promesas de digitalización, combate a la corrupción y orden financiero parecían positivas, pero su éxito dependerá de que el aparato burocrático funcione, de que el personal responsable rinda cuentas, y de que las estructuras de poder no permanezcan intactas bajo la retórica del cambio.
Un llamado a la vigilancia ciudadana
Rocío Nahle García ganó reconocimiento, recursos y expectativas. Pero si el “orden” del que habla no deja paso a la “rendición de cuentas”, entonces esa promesa se queda en titular. Veracruz no necesita sólo discursos eficaces; necesita un gobierno auditable, que acepte preguntas, que rectifique errores, que asuma consecuencias.
La gobernadora podrá afirmar que “el único pacto es con el pueblo de Veracruz”. Pero para que eso sea más que un eslogan, debe aceptar que el pueblo no sólo le dé aprobación, sino que también le pida cuentas cuando las cosas no funcionan.
Veracruz merece orden, sí —pero también justicia, claridad y responsabilidad. Y aunque la prepotencia pueda imponerse momentáneamente, la vigilia ciudadana y la prensa crítica tienen la facultad de desmontar ese poder que se ejerce sin contrapeso.










