Miguel Ángel Sosme Campos, egresado de la Licenciatura en Antropología Social y de la Maestría en Ciencias Sociales de la Universidad Veracruzana (UV), recibió el pasado 16 de octubre el Premio Nacional de la Juventud 2018 por visibilizar el trabajo y las historias de tejedoras indígenas de la sierra de Zongolica, a través de un libro y un documental.
Dicho reconocimiento es otorgado por el Gobierno de México a jóvenes entre 12 y 29 años de edad, cuya conducta o dedicación es un ejemplo y motivo de superación personal o de progreso en una comunidad.
El joven, originario de la ciudad de Coatzacoalcos, expresó que esta distinción es un orgullo y satisfacción, pues es consciente de que a través de su labor no sólo logró visibilizar la problemática de este sector, sus voces y rostros, sino aportar una nueva forma de estudiar el arte popular de México desde la antropología.
Subrayó que son muchos los trabajos que revelan técnicas, colores, piezas y muchas otras aristas relacionadas con los textiles; sin embargo, pocos plasman lo que implica crear en condiciones de pobreza, violencia, marginación, en el anonimato y con el regateo sistemático.
Ése es precisamente el tema en el que se enfocó su trabajo de tesis de licenciatura, pues el contacto que tuvo con mujeres tejedoras de las comunidades de Atlahuilco, Tequila y Tlaquilpa lo llevó a publicar el libro Tejedoras de esperanza. Empoderamiento en los grupos de tejedoras de la sierra de Zongolica, y en 2017 el documental en lengua náhuatl Tlakimilolli: Voces del telar.
Por esa razón, se hizo acreedor al Premio Nacional de la Juventud, en la Categoría B “Compromiso social”, tras haber sido propuesto por el Observatorio Universitario de Violencias contra las Mujeres, adscrito a la Facultad de Antropología.
“Lo importante para mí ha sido que este trabajo de investigación no sólo se quede en libros y artículos, estoy seguro de que ha tenido un enfoque social y de género.”
Lamentó que históricamente las mujeres dedicadas a la confección de textiles, tejidos en telar de cintura, hayan sido invisibilizadas y víctimas de la marginación y el olvido, desde la academia, el arte y la cultura.
Expresó que en México existe una constante discriminación hacia este grupo, mientras que todas las estructuras de desigualdad se traducen también en el menosprecio al trabajo creativo que realizan cuando son verdaderas exponentes de la tradición tintórea del país, pues los procesos de tinción que emplean son naturales y precolombinos. Uno de ellos es la grana cochinilla, otro es el aníl (planta que produce un color azul).
“México tiene una tradición tintórea en el mundo, ha aportado una paleta de colores diversa, encendida y brillante a través de todo el ingenio que imprimen las mujeres dedicadas a la producción artesanal.”
Sosme Campos, quien cursa el Doctorado en Antropología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dijo que en la sierra de Zongolica hay alrededor de 120 mujeres organizadas, pero se trata de un sector cada vez más reducido, debido a que no es una labor lo suficientemente rentable.
Las tejedoras de Zongolica, además de vivir en una región de marginación y pobreza, no tienen siempre acceso a exponer su trabajo en museos o en las principales galerías del país y constantemente se enfrentan al regateo y a la discriminación.
“El hecho de que no hablen correctamente el español, las imposibilita para insertarse en mercados donde se paguen los precios justos por su labor.”
Señaló que esta investigación también ha buscado acercar a las tejedoras a nuevos espacios de comercialización a través de la página de Facebook: Tejedoras de la sierra de Zongolica, donde se muestran imágenes de la producción y de las piezas que realizan, así como sus historias.
Asimismo, en 2017 la UV llevó a cabo el Festival Anual de Textiles que tuvo como sede el Museo de Antropología de Xalapa.
A raíz de lo anterior, los productos artesanales han estado presentes en distintos espacios no sólo de México, sino de otros países de Europa y Estados Unidos, con el fin de dar a conocer la riqueza cultural del estado de Veracruz.
Aunado al libro conformado por 336 páginas, también se refirió a la elaboración del documental Tlakimilolli: Voces del telar, realizado en lengua náhuatl y con una duración de media hora, el cual se presentó en julio del año pasado y aún se proyecta en festivales de cine indígena en distintas partes del mundo.
“La idea es que sea un testimonio audiovisual en lengua náhuatl, pues en México no hay un cine sólido en lenguas indígenas; para nosotros era muy importante hacer un registro de todos los procesos y de las historias, para incentivar el interés por los textiles al interior de las comunidades.”
Éste se hizo con un financiamiento de la Secretaría de Cultura y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca).
Al recordar el momento de la premiación efectuada en la Residencia Oficial de Los Pinos, por parte del presidente Enrique Peña Nieto, compartió: “Me sentí muy orgulloso de ver tantos jóvenes haciendo algo por el país, además de alegría al ver que hay mexicanos comprometidos con el cambio, que no esperan a que pase algo para moverse y generar conciencia, es una juventud reflexiva, consciente, crítica y creativa”.
También dio a conocer que este estudio le dio la oportunidad de recibir el Premio Estatal de la Juventud en 2017, mientras que por la publicación del libro obtuvo los premios “Luis González y González”, “Fray Bernardino de Sahagún”, “Arte, Ciencia, Luz” de la UV, y “Sor Juana Inés de la Cruz”.