Para todos aquellos que fuimos adolescentes a principios de la década de los 90, los personajes del sitcom “Salvados por la campana” son figuras entrañables. Por lo mismo, la muerte de Dustin Diamond, quien encarnaba al “nerd” del grupo, Screech (de hecho, el apodo se hizo tan famoso, que casi nadie recuerda que el personaje tenía un nombre: Samuel Powers), que era el objeto usual de numerosos gags en la serie, resulta particularmente triste e impactante para cierto sector del público: nadie pensó que su historia iba a terminar así.

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La serie, que tuvo mucho éxito en la programación matutina de los sábados en la cadena NBC en EE.UU., alcanzó niveles apoteósicos de popularidad al ser transmitida por TV Azteca en México en horario estelar cinco noches a la semana: los alumnos de la preparatoria Bayside eran muy populares: Mark-Paul Gosselaar y Mario Lopez se convirtieron en ídolos juveniles que empapelaban paredes por todos lados, igual que Tiffani Thiessen, mientras que todo el mundo tuvo un compañero en la escuela, al que apodaban “Screech”.

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No obstante, mientras los otros actores de la serie fueron evolucionando a roles más adultos o carreras mejor posicionadas, Diamond no pudo progresar más allá del personaje que interpretó desde los 11 años hasta los 19 y en el que se vio encasillado para el resto de su vida. Obviamente iba a resentir que mientras Mario se convertía en conductor de programas y certámenes de belleza y Gosselaar y Thiessen se incorporaban a exitosos programas como “NYPD Blues” y “Beverly Hills, 90210” y Elizabeth Berkley se fue a trabajar con Paul Verhoeven en la escandalosa “Showgirls” y Lark Vorhees se sumaba al reparto de la famosa telenovela “All my children”, a él nadie le ofrecía nada que no fuera repetir a su mismo personaje en una serie secuela de “Salvados” y variaciones del mismo en comerciales.

Diamond reaccionó a esto de maneras diversas y, lamentablemente, muy negativas. Impulsado por el complejo de inferioridad que se le exacerbó a lo largo de los años de grabación de la serie –algo que él mismo admitió en entrevistas– escribiendo un libro en 2009: Behind the bell una especie de autobiografía en la que revelaba que los productores preferían a sus compañeros por encima de él, por ser más convencionalmente atractivos y que ese favoritismo le provocaba experiencias traumáticas al sentirse minimizado y ver que su personaje era gradualmente reducido a una serie de estereotipos, despojándolo de cualquier cualidad humana.

En contraste a esta narrativa, Diamond también salpicó su manuscrito con detalles morbosos y salaces acerca de la conducta de sus colegas en la serie: quién se acostaba con quién, quién se metía drogas, quién bebía –aún siendo menor de edad– estos detalles, sustentados únicamente en el testimonio del joven actor, no tuvieron el efecto que éste hubiera deseado: el libro no fue el éxito de ventas que esperaba y la reacción de los otros actores le fue muy adversa.

El único que hizo una declaración pública fue Mark-Paul, que señaló que lamentaba mucho conocer la existencia de este libro, y también lamentaba que la opinión de Diamond sobre ellos (el resto del grupo) y que su experiencia había sido positiva, que él no compartía ninguno de los puntos que externaba en su libro y que sentía pena por él. –Es notable que en las reuniones posteriores del elenco, en diversos talk shows, así como en el reality de cocina que Thiessen dirige, y la nueva emisión del sitcom que NBC creó para la plataforma digital Peacock, Diamond era conspicuo por su ausencia.

Las tribulaciones de Diamond fueron muchas: quedó en bancarrota en 2001, y en 2006 se vio involucrado en un desagradable escándalo por participar en un sex tape (algo que primero aceptó y después renegó, como muchas de sus otras acciones de conducta cuestionable, incluyendo el consumo de cocaína, beber en exceso y haber participado en una gresca en público con un cuchillo, algo por lo que fue detenido por la policía) y nunca asumió la responsabilidad de sus actos.

Que su final llegue de manera inesperada, es el capítulo que cierra una historia triste, que se ha repetido tantas veces antes: actores infantiles como él y Gary Coleman o Dana Plato, que nunca consiguen crecer y acaban en la cuneta, convertidos en despojos de una industria que no siempre es empática para aquellos que a ella entran siendo muy joven y es especialmente cruel con aquellos que son débiles y no consiguen madurar.

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