Domingo Vázquez Martínez*
La fotografía que acompaña a esta reflexión apareció en redes sociales el pasado 28 de agosto (https://www.facebook.com/adriiana.andoney); está acompañada del siguiente texto (los textos entrecomillados se toman fielmente de la citada red): “1.-Tampoco nosotros queremos ir a su comunidad; 2.-Tampoco queremos Diabéticos mal controlados; 3.- Tampoco queremos Embarazadas de 13 años; 4.- Tampoco queremos tener pacientes con mal apego a tratamiento; 5.- Tampoco queremos lidiar con gente floja que prefiere un apoyo del gobierno que ir a trabajar; 6.- Tampoco queremos atender a sus 10 hijos y a su esposa embarazada esperando al 11vo hijo; 7.- Tampoco queremos ser la mano barata del gobierno con los míseros 1500 quincenales y que no es justo que tú estirando la mano te den más en tu programa de prospera; 8.-Tampoco queremos vivir en la inseguridad de tu Rancho; 9.- Tampoco queremos lidiar con gente como tú, ya es suficiente con la coordinación que te trata como secretario.” La publicación ha dado lugar a cerca de 4 mil comentarios y ha sido compartida más de 18 mil veces.
La publicación refleja un conflicto entre los pasantes de la carrera de medicina (estudiantes que cursa el último año de la carrera y están realizando su servicio social) y las comunidades a las que atienden como médicos en las unidades médicas de las instituciones de salud.
Es notorio que las personas que manifestaron su opinión en la pancarta comprenden y reclaman su derecho a la salud, no solo como disponibilidad y acceso a los servicios de salud, sino también como aceptabilidad y calidad de la atención médica. Para ellas ya no es admisible ser atendidas por pasantes de medicina. Están conscientes de que las comunidades más desfavorecidas social y económicamente no tienen por qué ser la “rata de laboratorio” con la que los pasantes inician sus prácticas profesionales. Tienen claro que la carga social de la educación médica (la adscripción social de los pacientes con los que los estudiantes aprenden medicina) no la tienen que soportar únicamente las poblaciones más desfavorecidas. El que así sea, es una violación al derecho a la salud y una manifestación más de la desigualdad y la injusticia existentes en México. Esa pancarta es una expresión del empoderamiento de derechos humanos por parte de la población y de su lucha por la igualdad y la justicia.
De manera desafortunada, para muchos de los pasantes y de las personas que han comentado la publicación, las poblaciones desfavorecidas socialmente tiene que resignarse a ser atendida por pasantes y la obligación de contribuir, dada su situación, a la formación profesional de los médicos. Algunos comentarios al respecto: “Entonces no te enfermes que de esos pasantes te curas y sale gratis tu consulta”, “Entonces como tendremos buenos doctores el día de mañana…”, “Y entonces cómo los jóvenes realizarán su trabajo si no ven si no aprenden es importante q uno sea prudente y comprenda q es parte de su trabajo y es la forma q adquieran experiencia”, “… más absurdo que la población diga que no quiere pasantes si somos los únicos que vamos a esas poblaciones para ayudar a la gente.”, “Trabajo y exponerse por un miserable sueldo y dejar nuestra familia por gente estúpida que no nos valora”.
Los comentarios anteriores indican que se ha naturalizado y aceptado la idea de que a la población se le deben ofrecer los servicios de atención médica diferenciados y de acuerdo con su nivel socioeconómico. Así lo sintetiza crudamente el siguiente comentario: “Quieren servicio de primera gente de tercera…”. La idea de que la atención médica es un servicio y que se adquiere según la capacidad adquisitiva de las personas prevalece sobre la concepción de que la salud es un derecho y que, por ello, todos debemos tener acceso a servicios de salud aceptables y de calidad, sin distinción de sexo, nacionalidad, lugar de residencia, origen étnico, color, religión, lengua, edad, partido político o condición social, cultural o económica.
Actualmente, el servicio social es parte del plan de estudios de medicina y muchos estudiantes lo realizan sin haber demostrado sus competencias profesionales y sin supervisión. A pesar de anterior, a los pasantes se les da una cédula profesional provisional, esto es autorización para ejercer como médicos, sin que todavía lo sean, en las comunidades más desfavorecidas. La mayor parte de los pasantes inician el servicio social sin haber presentado el examen profesional y la aprobación de éste no es condición para continuar o terminar su pasantía. Es más, reprobar el examen profesional no es motivo para suspender el servicio social. ¿Se justifica que pasantes que no han demostrado competencias profesionales o incluso que han demostrado no tenerlas sigan ejerciendo como médicos?
Originalmente, el servicio social era un requisito para obtener el título profesional y una retribución a la sociedad que hacían los médicos, ya formados, por la educación gratuita que habían tenido el privilegio de recibir. Muchos pasantes realizaban el servicio social como un verdadero agradecimiento; realizaban su labor con vocación y las comunidades los aceptaban y llegaban a quererlos. Hay un incontable número de historias en las que los pasantes se integraban a la comunidad y se quedaban a ejercer en ella de por vida. Afortunadamente en los comentarios a la publicación de las redes sociales sobre la que reflexionamos hay algunos que dejan ver ese espíritu, tanto por parte de pasantes como de personas de la comunidad: “A mi hija la atendió precisamente hoy un pasante y sabes algo después de meses de buscar fue la única que me tuvo paciencia fue la única que me explico fue la único que se apiadó de mi preocupación cada quien habla como le va en la feria.”, “Pues si no quieres todo eso entonces busca otra carrera… Que pendejo es aquel que estudia para ayudar a otros y no querer ayudarlos…”,“Cómo profesionales de la salud no estamos para juzgar a los pacientes eso se llama ética, pues sabes perfectamente que puedes lidiar con cualquier tipo de personas y si les molesta todo lo que dice en esta publicación no sé entonces porque estudian medicina, estamos para ayudar y orientar a las personas sin importar quienes son. Se necesita ser más humanistas.”, “… entonces no estudies medicina que de esos pacientes comes y aprendes!”, “Acudir a comunidades rurales es el más grande honor […] Y dónde la gente más necesita ayuda. Que lástima que veas tu profesión de esa manera…”.
A pesar de que, como acabamos de ver, todavía se conserve el espíritu original del servicio social cuando se inició hace más de 80 años, es innegable que, como vimos al principio, hay signos de su agotamiento e inoperancia en las condiciones actuales del país. Ahora el servicio social lo realizan estudiantes, no médicos que han terminado su carrera. Antes no había suficientes médicos, ahora hay médicos desempleados. Habría que preguntarnos ¿hasta dónde los pasantes de medicina son una competencia laboral desleal para los médicos titulados? ¿No se está utilizando a los estudiantes de medicina como fuerza de trabajo barata y una vez que se titulan se les niega el trabajo digno en las instituciones de salud?
El servicio social tiene grandes virtudes por las oportunidades de aprendizaje y formación integral que ofrece a los estudiantes de medicina. Se debe garantizar que vayan a unidades de atención médica con plantilla completa para que puedan estar supervisados y gozar de un proceso educativo formal en las comunidades. No pueden, no deben, seguir siendo considerados como un recurso barato para la ampliación de cobertura médica. Considerarlo así atenta contra el derecho a la salud de la población, el derecho a un trabajo digno de los médicos y el derecho a la educación de los estudiantes de medicina.
Hay que deslindar claramente entre educación médica y atención médica. En las circunstancias actuales, el servicio social en medicina, más allá de ser una fuente potencial de conflictos sociales, perpetúa y fortalece las desigualdades sociales y la injusticia en México.
*Instituto de Salud Pública. Universidad Veracruzana. Observatorio de Educación Médica y Derechos Humanos