El 23 de enero de 2020 la ciudad china de Wuhan entraba en un confinamiento que se iba a alargar 76 días a causa de la propagación de un coronavirus que se iba a terminar convirtiendo en pandemia mundial.

Un año después, la mayoría de países del mundo están inmersos en una tercera ola de contagios devastadora que está teniendo especial incidencia en Europa y Estados Unidos, que baten récords.

Sin embargo, el aspecto que presenta la urbe china, primer epicentro de la pandemia, es muy diferente.

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Después de que las autoridades hicieran test masivos, no se ha producido ningún contagio local en Wuhan desde el mes de mayo y sus habitantes poco a poco han ido recuperando la normalidad.

Tanto es así que desde hace meses es habitual ver las discotecas llenas de gente, sin mascarilla y sin distancia social.

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Una imagen completamente imposible en el resto del mundo.

Las medidas de seguridad para acceder a estos locales son estrictas: en la puerta los visitantes deben llevar mascarilla, someterse a un control de temperatura (hay que tener menos de 37,3 grados) y mostrar en una aplicación el certificado de salud.

Los aforos también son controlados y normalmente es necesario reservar previamente plaza para acceder a los locales.

Pese a que la estampa es diferente al resto del planeta, lo cierto es que estos espacios de ocio también se han resentido y aseguran que la asistencia es inferior en un 60 o un 70% a antes de la pandemia.

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