José José cantó durante 50 años y vendió 40 millones de discos antes de morir en la ruina el pasado septiembre. El Príncipe de la canción –como se le apodó en su México natal– tenía 71 años, hacía siete que no pisaba un escenario, y vivía con su hija menor y su tercera esposa en una casa de Miami tras batallar durante muchos años contra el alcoholismo, la adicción a la cocaína, y el cáncer de páncreas que acabó con su vida. México se enlutó durante dos semanas, desde el anuncio de su muerte en Estados Unidos hasta que un avión del gobierno mexicano repatrió parte de sus cenizas y sus admiradores lo velaron multitudinariamente en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México. Pero mientras todo el país lloraba la partida de la voz de su melancolía, la familia del cantante empezaba una batalla por lo poco que dejó y que hoy sigue sin resolverse.

La discusión por la herencia de José Rómulo Sosa (Ciudad de México, 1948) volvió al foco público esta semana –casi cuatro meses después de su muerte– después de que una de sus amigas más íntimas afirmara que el cantante no estaba tan arruinado como se creía. “La última vez que lo vi me comentó que tenía cuatro millones de dólares. Era algo con lo que contaba para su vejez”, dijo Paulina Mondragón en un programa de farándula de la cadena mexicana TV Azteca. Quien fuera una de las personas más cercanas al cantante también afirmó que, al contrario de lo que se pensaba, José José sí había dejado un testamento cuyos fondos estaban destinados a sus tres hijos, fruto de los últimos dos de sus tres matrimonios.

Hasta entonces, la herencia del cantante se consideraba exigua. Según los cálculos hechos por Willy Acevedo, mánager del cantante durante los años noventa, en entrevista con este diario, la fortuna del cantante se resumía en un millón y medio de dólares pagados por Televisa por la producción de una serie sobre su vida, la casa en Miami donde residía y alrededor del 8% de los derechos de sus canciones, monto muy reducido ya que no fue autor de ninguna de sus letras. En 2012, el mismo José José admitió que peleaba todos los días con su salud y con su voz, pero que no podía darse el lujo de dejar los escenarios.

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La batalla mediática por su legado manchó su luto. Tras el anuncio de su muerte, sus dos hijos mayores, José Joel y Marysol Sosa –que no veían a su padre hacía al menos dos años– viajaron a Miami para increpar a su otra hermana, Sara Sosa, porque tres días después del anuncio de la muerte se esparció el rumor de que su cadáver no aparecía por ninguna parte. Entre acusaciones de oportunismo a los mayores, y de un audio filtrado en el que la menor supuestamente obligaba a su padre a firmar un contrato en el que la hacía legataria de sus regalías, pasaron días de entrevistas exclusivas y reproches a quemarropa.

Así, hasta que tomaron partido las autoridades estadounidenses y el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, anunció que el Ejército se haría cargo de transportar parte de sus cenizas a México. La otra mitad se quedaría en Miami junto a su viuda, Sara Salazar. Los tres hijos acompañaron los restos de su padre en su viaje a la capital mexicana y firmaron una tregua con un abrazo en el aeropuerto de la misma manera que vivieron los días previos: frente a las cámaras de televisión de los principales medios latinoamericanos.

Según el relato de Mondragón a TV Azteca, el testamento de José José tendría cuatro años de antigüedad y solo incluiría a José Joel y Marysol –hijos de su segundo matrimonio, con Ana Noreña–, y a Sarita, fruto de su tercer matrimonio, con Sara Salazar, que también fue su mánager hasta que el cantante redujo su actividad al mínimo en 2008.

José José fue uno de los intérpretes mexicanos con mayor éxito en una época donde los ingresos por reproducciones en Internet no existían y los conciertos no eran tan redituables como las ventas de discos. Solo entre 1983 y 1985 vendió ocho millones de copias de tres de sus álbumes –Mi vida, Reflexiones y Promesas–, en ingresos calculados en más de 15 millones de dólares. Sin embargo, y como él mismo admitió en 2014, su vida de excesos convirtió esa fortuna en un espejismo. Tanto, que en 2017 se vio obligado a vender su casa y vivir en un piso de alquiler en Miami. Ese mismo año, tras anunciar el cáncer de páncreas que lo vencería el pasado 28 de septiembre, los gastos médicos terminarían de rascar los fondos que había acumulado gracias a su voz.

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