Los responsables del Belle Isle Park de Detroit, en Estados Unidos, se vieron obligados a cerrar el viernes pasado la atracción más emblemática del parque. Lo hicieron tan solo cinco horas después de su reapertura por el peligro que conllevaba para los visitantes.
Se trata de un tobogán gigante que ha permanecido más de dos años cerrado por la pandemia y que los operarios habían dejado como nuevo. Tanto es así, que los usuarios alcanzaban velocidades de vértigo y su integridad física corría serio peligro.
Son muchos los vídeos que circulan en las redes sociales donde aparecen decenas de personas descendiendo por la rampa ondulada del tobogán y golpeándose el cuerpo en cada desnivel.
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Y es que la aceleración que adquirían a medida que avanzaban iba en aumento, lo que hacía que se levantaran varios centímetros del suelo en cada cambio de rasante y se golpearan contra la estructura al caer.
Afortunadamente, parece que nadie sufrió heridas de consideración pero, tan solo cinco horas después de la reapertura, los responsables del parque optaron por cerrar la atracción para acondicionarla.
“Vamos a hacer algunos ajustes a la velocidad que hemos visto bajar hoy a los usuarios. Con suerte, después de nuestro pequeño ajuste, volveremos a estar en funcionamiento y el deslizamiento será más lento para disfrutar más”, explicaron los funcionarios del Departamento de Recursos Naturales de Michigan en un comunicado a través de su perfil de Facebook.
El tobogán original se colocó en el parque en 1967 pero la estructura se reemplazó en la década de los 80. Desde entonces había permanecido intacta hasta que la pandemia obligó a los responsables a someterla a una profunda reforma.